Analizaré seis cuestiones de este tema: 1) la estrategia y la táctica como la ciencia de dirigir la lucha de clase del proletariado; 2) las etapas de la revolución y la estrategia; 3) los flujos y reflujos del movimiento y la táctica; 4) la dirección estratégica; 5) la dirección táctica; 6) la táctica reformista y la táctica revolucionaria.
La estrategia y la táctica como la ciencia de dirigir la lucha de clase del proletariado
El período en que dominó la II Internacional fue, principalmente, un período de formación y de instrucción de los ejércitos políticos proletarios en unas condiciones de desarrollo más o menos pacífico. Fue el período del parlamentarismo como forma preponderante de la lucha de clases. Las cuestiones de los grandes choques de clases, de la preparación del proletariado para las batallas revolucionarias, de las vías para llegar a la conquista de la dictadura del proletariado, no estaban entonces –así lo parecía– a la orden del día. La tarea se reducía a utilizar todas las vías de desarrollo legal para formar e instruir a los ejércitos proletarios, a utilizar el parlamentarismo adaptándose a las condiciones dadas, en las cuales el proletariado asumía y debía asumir –así lo parecía– el papel de oposición. No creo que sea necesario demostrar que, en ese período y con semejante concepción de las tareas del proletariado, no podía haber ni una estrategia coherente ni una táctica bien elaborada. Había pensamientos fragmentarios, ideas aisladas sobre táctica y estrategia, pero no había ni táctica ni estrategia.
El pecado mortal de la II Internacional no consiste en haber practicado en su tiempo la táctica de utilizar las formas parlamentarias de lucha, sino en haber sobreestimado la importancia de estas formas, considerándolas casi las únicas; y cuando llegó el período de las batallas revolucionarias abiertas y el problema de las formas extraparlamentarias de lucha pasó a primer plano, los partidos de la II Internacional volvieron la espalda a las nuevas tareas, renunciaron a ellas.
Una estrategia coherente y una táctica bien elaborada de la lucha del proletariado sólo pudieron trazarse en el período siguiente, en el período de las acciones abiertas del proletariado, en el período de la revolución proletaria, cuando la cuestión del derrocamiento de la burguesía pasó a ser una cuestión de la actividad práctica inmediata, cuando la cuestión de las reservas del proletariado –estrategia– pasó a ser una de las cuestiones más palpitantes, cuando todas las formas de lucha y de organización tanto parlamentarias como extraparlamentarias –táctica– se revelaron con toda nitidez. Fue precisamente en este período cuando Lenin sacó a la luz las geniales ideas de Marx y Engels sobre táctica y estrategia, emparedadas por los oportunistas de la II Internacional. Pero Lenin no se limitó a restaurar las distintas tesis tácticas de Marx y Engels. Las desarrolló y las completó con nuevas ideas y principios, compendiándolas en un sistema de reglas y principios de orientación para dirigir la lucha de clase del proletariado. Obras de Lenin como: «¿Qué hacer?», «Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática» de 1902, «El imperialismo, fase superior del capitalismo» de 1916, «El Estado y la Revolución» de 1917, «La revolución proletaria y el renegado Kautsky» de 1918, y «La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo» de 1920, serán, indiscutiblemente, una valiosísima aportación al tesoro general del marxismo, a su arsenal revolucionario. La estrategia y la táctica del leninismo son la ciencia de la dirección de la lucha revolucionaria del proletariado.
Las etapas de la revolución y la estrategia
La estrategia consiste en determinar la dirección del golpe principal del proletariado, tomando por base la etapa dada de la revolución, en elaborar el correspondiente plan de disposición de las fuerzas revolucionarias –de las reservas principales y secundarias–, en luchar por llevar a cabo este plan a todo lo largo de la etapa dada de la revolución.
Nuestra revolución ha pasado ya por dos etapas y ha entrado, después de la Revolución de Octubre en la tercera. De acuerdo con esto, ha ido cambiando de estrategia.
Primera etapa. De 1903 a febrero de 1917. Objetivo: derrocar el zarismo, suprimir por completo las supervivencias medievales. Fuerza fundamental de la revolución: el proletariado. Reserva inmediata: el campesinado. Dirección del golpe principal: aislar a la burguesía liberal monárquica que se esforzaba en atraerse a los campesinos y en poner fin a la revolución mediante una componenda con el zarismo. Plan de disposición de las fuerzas: alianza de la clase obrera con los campesinos:
«El proletariado debe llevar a término la revolución democrática, apoyándose en la masa de los campesinos, para aplastar por la fuerza la resistencia de la autocracia y paralizar la inestabilidad de la burguesía». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática, 1902)
Segunda etapa. De marzo de 1917 a octubre de 1917. Objetivo: derrocar el imperialismo en Rusia y salir de la guerra imperialista. Fuerza fundamental de la revolución: el proletariado. Reserva inmediata: los campesinos pobres. Como reserva probable, el proletariado de los países vecinos. Como factor favorable, la guerra, que se prolongaba, y la crisis del imperialismo. Dirección del golpe principal: aislar a la democracia pequeño burguesa –mencheviques y eseristas–, que se esforzaba en atraerse a las masas trabajadoras del campo y en poner fin a la revolución mediante una componenda con el imperialismo. Plan de disposición de las fuerzas: alianza del proletariado con los campesinos pobres:
«El proletariado debe llevar a cabo la revolución socialista, atrayéndose a la masa de los elementos semiproletarios de la población, para romper por la fuerza la resistencia de la burguesía y paralizar la inestabilidad de los campesinos y de la pequeña burguesía». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática, 1902)
Tercera etapa. Comienza después de la Revolución de Octubre. Objetivo: consolidar la dictadura del proletariado en un solo país, utilizándola como punto de apoyo para vencer al imperialismo en todos los países. La revolución rebasa el marco de un solo país; comienza la época de la revolución mundial. Fuerzas fundamentales de la revolución: la dictadura del proletariado en un país y el movimiento revolucionario del proletariado en todos los países. Reservas principales: las masas semiproletarias y las masas de pequeños campesinos en los países desarrollados, así como el movimiento de liberación en las colonias y en los países dependientes. Dirección del golpe principal: aislar a la democracia pequeño burguesa, aislar a los partidos de la II Internacional, que son el puntal más importante de la política de componendas con el imperialismo. Plan de disposición de las fuerzas: alianza de la revolución proletaria con el movimiento de liberación de las colonias y de los países dependientes.
La estrategia se ocupa de las fuerzas fundamentales de la revolución y de sus reservas. Cambia al pasar la revolución de una etapa a otra, permaneciendo, en lo fundamental, invariable a lo largo de cada etapa en cuestión.
Los flujos y reflujos del movimiento y la táctica
La táctica consiste en determinar la línea de conducta del proletariado durante un período relativamente corto de flujo o de reflujo del movimiento, de ascenso o de descenso de la revolución; la táctica es la lucha por la aplicación de esta línea de conducta mediante la sustitución de las viejas formas de lucha y de organización por formas nuevas, de las viejas consignas por consignas nuevas, mediante la combinación de estas formas, etc., etc. Mientras el fin de la estrategia es ganar la guerra, supongamos, contra el zarismo o contra la burguesía, llevar a término la lucha contra el zarismo o contra la burguesía, la táctica persigue objetivos menos esenciales, pues no se propone ganar la guerra tomada en su conjunto, sino tal o cual batalla, tal o cual combate, llevar a cabo con éxito esta o aquella campaña, esta o aquella acción, en correspondencia con la situación concreta del período dado de ascenso o descenso de la revolución. La táctica es una parte de la estrategia, a la que está supeditada, a la que sirve.
La táctica cambia con arreglo a los flujos y reflujos. Mientras que durante la primera etapa de la revolución –de 1903 a febrero de 1917– el plan estratégico permaneció invariable, la táctica se modificó varias veces. En 1903-1905, la táctica del partido fue una táctica ofensiva, pues se trataba de un período de flujo de la revolución; el movimiento iba en ascenso, y la táctica debía partir de este hecho. En consonancia con ello, las formas de lucha eran también revolucionarias y correspondían a las exigencias del flujo de la revolución. Huelgas políticas locales, manifestaciones políticas, huelga política general, boicot de la Duma, insurrección, consignas revolucionarias combativas; tales fueron las formas de lucha que se sucedieron durante este período. En relación con las formas de lucha, cambiaron también, en este período, las formas de organización. Comités de fábrica, comités revolucionarios de campesinos, comités de huelga, Soviets de Diputados Obreros, el partido obrero más o menos legal: tales fueron las formas de organización durante este período.
En el período de 1907-1912, el partido se vio obligado a pasar a la táctica de repliegue, pues asistíamos a un descenso del movimiento revolucionario, a un reflujo de la revolución, y la táctica no podía por menos de tener en cuenta este hecho. En consonancia con ello, cambiaron tanto las formas de lucha como las de organización. En vez del boicot de la Duma, participación en ella; en vez de acciones revolucionarias abiertas fuera de la Duma, acciones dentro de la Duma y labor en ella; en vez de huelgas generales políticas, huelgas económicas parciales, o simplemente calma. Se comprende que el partido hubo de pasar en este período a la clandestinidad; las organizaciones revolucionarias de masas fueron sustituidas por organizaciones culturales y educativas, por cooperativas, mutualidades y otras organizaciones de tipo legal.
Otro tanto puede decirse de la segunda y la tercera etapa de la revolución, en el transcurso de las cuales la táctica cambió decenas de veces, mientras los planes estratégicos permanecían invariables.
La táctica se ocupa de las formas de lucha y de organización del proletariado, de los cambios y de la combinación de dichas formas. Partiendo de una etapa dada de la revolución, la táctica puede cambiar repetidas veces, con arreglo a los flujos y reflujos, al ascenso o al descenso de la revolución.
La dirección estratégica
Las reservas de la revolución pueden ser:
Directas: a) el campesinado y, en general, las capas intermedias del país; b) el proletariado de los países vecinos; c) el movimiento revolucionario de las colonias y de los países dependientes; d) las conquistas y las realizaciones de la dictadura del proletariado, a una parte de las cuales puede el proletariado renunciar temporalmente, reservándose la superioridad de fuerzas, con objeto de sobornar a un adversario fuerte y conseguir una tregua.
Indirectas: a) las contradicciones y conflictos entre las clases no proletarias del propio país, contradicciones y conflictos que el proletariado puede aprovechar para debilitar al adversario y para reforzar las propias reservas; b) las contradicciones, conflictos y guerras –por ejemplo, la guerra imperialista– entre los Estados burgueses hostiles al Estado proletario, contradicciones, conflictos y guerras que el proletariado puede aprovechar en su ofensiva o al maniobrar, caso de verse obligado a batirse en retirada.
No vale la pena detenerse en las reservas de la primera categoría, ya que su significación es clara para todo el mundo. En cuanto a las reservas de la segunda categoría, cuya significación no es siempre clara, hay que decir que tienen a veces una importancia primordial para la marcha de la revolución. Difícilmente podrá negarse, por ejemplo, la inmensa importancia del conflicto entre la democracia pequeño burguesa –eseristas– y la burguesía liberal monárquica –demócratas constitucionalistas– durante la primera revolución y después de ella, conflicto que contribuyó, indudablemente, a liberar al campesinado de la influencia de la burguesía. Y aun hay menos razones para negar la importancia gigantesca que tuvo la guerra a muerte librada entre los principales grupos imperialistas en el período de la Revolución de Octubre, cuando los imperialistas, ocupados en guerrear unos contra otros, no pudieron concentrar sus fuerzas contra el joven Poder Soviético, siendo precisamente esta circunstancia la que permitió al proletariado entregarse de lleno a organizar sus fuerzas, a consolidar su poder y a preparar el aplastamiento de Kolchak y Denikin. Es de suponer que hoy, cuando las contradicciones entre los grupos imperialistas se acentúan cada vez más y se hace inevitable una nueva guerra entre ellos, esta clase de reservas tendrá para el proletariado una importancia cada vez mayor.
La misión de la dirección estratégica consiste en saber utilizar acertadamente todas estas reservas, para conseguir el objetivo fundamental de la revolución en cada etapa dada de su desarrollo.
¿En qué consiste el saber utilizar acertadamente las reservas?
En cumplir algunas condiciones necesarias, entre las que deben considerarse principales las siguientes:
Primera. Concentrar contra el punto más vulnerable del adversario las principales fuerzas de la revolución en el momento decisivo, cuando la revolución ha madurado ya, cuando la ofensiva marcha a todo vapor, cuando la insurrección llama a la puerta y cuando el acercar las reservas a la vanguardia es una condición decisiva del éxito. Como ejemplo demostrativo de lo que es saber utilizar de este modo las reservas puede considerarse la estrategia del partido en el período de abril a octubre de 1917. Es indudable que el punto más vulnerable del adversario durante este período era la guerra. Es indudable que, tomando precisamente este problema como el problema básico, fue como el partido agrupó en torno a la vanguardia proletaria a las más amplias masas de la población. La estrategia del partido en dicho período consistía en entrenar a la vanguardia en acciones de calle, por medio de manifestaciones y demostraciones, y, al mismo tiempo, en acercar las reservas a la vanguardia, a través de los soviets en la retaguardia y de los comités de soldados en el frente. El resultado de la revolución demostró que se había sabido utilizar acertadamente las reservas.
He aquí lo que a propósito de esta condición del empleo estratégico de las fuerzas revolucionarias dice Lenin, parafraseando las conocidas tesis de Marx y Engels sobre la insurrección:
«1) No jugar nunca a la insurrección, y, una vez empezada ésta, saber firmemente que hay que llevarla a término.
2) Hay que concentrar en el lugar y en el momento decisivo fuerzas muy superiores, porque, de lo contrario, el enemigo, mejor preparado y organizado, aniquilará a los insurrectos.
3) Una vez empezada la insurrección, hay que proceder con la mayor decisión y pasar obligatoria e incondicionalmente a la ofensiva. «La defensiva es la muerte de la insurrección armada».
4) Hay que esforzarse en pillar al enemigo desprevenido, hay que aprovechar el momento en que sus tropas se hallen dispersas.
5) Hay que esforzarse en obtener éxitos diarios, aunque sean pequeños –incluso podría decirse que a cada hora, si se trata de una sola ciudad–, manteniendo a toda costa la «superioridad moral». (Vladimir Ilich Uliánov; Lenin; Consejos de un ausente, 1917)
Segunda. Descargar el golpe decisivo, comenzar la insurrección, cuando la crisis ha llegado ya a su punto culminante, cuando la vanguardia está dispuesta a luchar hasta el fin, cuando la reserva está dispuesta a apoyar a la vanguardia y el desconcierto en las filas del enemigo ha alcanzado ya su grado máximo.
«Se puede considerar completamente maduro el momento de la batalla decisiva: si, 1) todas las fuerzas de clase que nos son adversas están suficientemente sumidas en la confusión, suficientemente enfrentadas entre sí, suficientemente debilitadas por una lucha superior a sus fuerzas; si 2) todos los elementos vacilantes, volubles, inconsistentes, intermedios –es decir, la pequeña burguesía, la democracia pequeño burguesa, que se diferencia de la burguesía–, se han desenmascarado suficientemente ante el pueblo, se han cubierto suficientemente de oprobio por su bancarrota práctica; si 3) en las masas proletarias empieza a aparecer y a extenderse con poderoso impulso el afán de apoyar las acciones revolucionarias más resueltas, más valientes y abnegadas contra la burguesía. En ese momento es cuando está madura la revolución, en ese momento nuestra victoria está asegurada, si hemos sabido tener en cuenta todas las condiciones indicadas más arriba y hemos elegido acertadamente el momento». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo, 1920)
La insurrección de octubre puede considerarse un modelo de esa estrategia.
El incumplimiento de esta condición conduce a un error peligroso, a lo que se llama «perder el ritmo», que es lo que ocurre cuando el partido queda a la zaga de la marcha del movimiento o se adelanta demasiado, exponiéndose al peligro de fracasar. Como ejemplo de lo que es «perder el ritmo», como ejemplo de desacierto al elegir el momento de la insurrección hay que considerar el intento de una parte de los camaradas de comenzar la insurrección deteniendo a los miembros de la Conferencia Democrática, en septiembre de 1917, cuando en los soviets se notaban aún vacilaciones, el frente estaba aún en la encrucijada y las reservas no habían sido aún aproximadas a la vanguardia.
Tercera. Seguir firmemente el rumbo tomado, por encima de todas y cada una de las dificultades y complicaciones que se interpongan en el camino hacia el fin perseguido. Esto es necesario para que la vanguardia no pierda de vista el objetivo fundamental de la lucha y para que las masas, que marchan hacia ese objetivo y se esfuerzan por agruparse en torno a la vanguardia, no se desvíen del camino. El incumplimiento de esta condición conduce a un enorme error, bien conocido por los marinos, que lo llaman «perder el rumbo». Como ejemplo de lo que es «perder el rumbo» hay que considerar la conducta equivocada de nuestro partido inmediatamente después de la Conferencia Democrática, al acordar tomar parte en el ante-parlamento. Era como si el partido se hubiese olvidado, entre tanto, de que el ante-parlamento era una tentativa de la burguesía para desviar al país del camino de los soviets al camino del parlamentarismo burgués y de que la participación del partido en una institución de esta índole podía confundir todas las cartas y desviar de su camino a los obreros y campesinos, que libraban una lucha revolucionaria bajo la consigna de «¡Todo el Poder a los Soviets!». Este error fue corregido con la retirada de los bolcheviques del ante-parlamento.
Cuarta. Saber maniobrar con las reservas con vistas a un repliegue ordenado cuando el enemigo es fuerte, cuando la retirada es inevitable, cuando se sabe de antemano que no conviene aceptar el combate que pretende imponernos el enemigo, cuando, con la correlación de fuerzas existente, la retirada es para la vanguardia el único medio de esquivar el golpe y de conservar a su lado las reservas.
«Los partidos revolucionarios deben completar su instrucción. Han aprendido a desplegar la ofensiva. Ahora deben comprender que esta ciencia hay que completarla con la de saber retirarse acertadamente. Hay que comprender –y la clase revolucionaria aprende a comprenderlo por su propia y amarga experiencia– que no se puede triunfar sin aprender a desplegar la ofensiva y a retirarse con acierto». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo, 1920)
El fin de esta estrategia consiste en ganar tiempo, desmoralizar al adversario y acumular fuerzas, para luego pasar a la ofensiva.
Puede considerarse modelo de esta estrategia la firma de la paz de Brest-Litovsk, que permitió al partido ganar tiempo, aprovechar los choques en el campo del imperialismo, desmoralizar a las fuerzas del enemigo, conservar a su lado a los campesinos y acumular fuerzas para preparar la ofensiva contra Kolchak y contra Denikin:
«Concertando la paz por separado, nos libramos, en el mayor grado posible en el momento actual, de ambos grupos imperialistas contendientes aprovechándonos de su hostilidad y de su guerra –que les dificulta el cerrar un trato contra nosotros– así conseguimos tener las manos libres durante cierto tiempo para proseguir y consolidar la revolución socialista». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Acerca de la historia sobre la paz desdichada, 1918)
Y pocos años después diría:
«Ahora, hasta el más necio ve que la paz de Brest-Litovsk fue una concesión que nos fortaleció a nosotros y dividió las fuerzas del imperialismo internacional». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Nuevos tiempos, viejos errores de nuevo tipo, 1921)
Tales son las principales condiciones que aseguran una dirección estratégica acertada.
La dirección táctica
La dirección táctica es una parte de la dirección estratégica, a cuyos objetivos y exigencias se supedita. La misión de la dirección táctica consiste en dominar todas las formas de lucha y de organización del proletariado y en asegurar su empleo acertado para lograr, teniendo en cuenta la correlación de fuerzas existente, el máximo resultado necesario para la preparación del éxito estratégico.
¿En qué consiste la utilización acertada de las formas de lucha y de organización del proletariado?
En cumplir algunas condiciones necesarias, entre las cuales hay que considerar como principales las siguientes:
Primera. Poner en primer plano precisamente las formas de lucha y de organización que mejor correspondan a las condiciones de flujo y de reflujo del movimiento en el momento dado y que faciliten y permitan conducir a las masas a posiciones revolucionarias, incorporar a millones de hombres al frente de la revolución y distribuirlos en dicho frente.
Lo que importa no es que la vanguardia se percate de la imposibilidad de mantener el antiguo orden de cosas y de la inevitabilidad de su derrocamiento. Lo que importa es que las masas, millones de hombres, comprendan esa inevitabilidad y se muestren dispuestas a apoyar a la vanguardia. Pero las masas sólo pueden comprenderlo por experiencia propia. Dar a las masas, a millones de hombres, la posibilidad de comprender por experiencia propia que el derrocamiento del viejo poder es inevitable, poner en juego métodos de lucha y formas de organización que permitan a las masas comprender más fácilmente, por la experiencia, lo acertado de las consignas revolucionarias esa es la tarea.
La vanguardia habría quedado desligada de la clase obrera, y la clase obrera hubiera perdido el contacto con las masas, si el partido no hubiese resuelto oportunamente participar en la Duma, si no hubiese resuelto concentrar sus fuerzas en el trabajo en la Duma y desenvolver la lucha a base de esta labor, para facilitar que las masas se convenciesen por experiencia propia de la inutilidad de aquella Duma, de la falsedad de las promesas de los demócratas constitucionalistas, de la imposibilidad de un acuerdo con el zarismo, de la necesidad inevitable de una alianza entre los campesinos y la clase obrera. Sin la experiencia de las masas durante el período de la Duma, habría sido imposible desenmascarar a los demócratas constitucionalistas y asegurar la hegemonía del proletariado.
El peligro de la táctica del otsovismo consistía en que amenazaba con desligar a la vanguardia de sus reservas de millones y millones de hombres.
El partido se habría desligado de la clase obrera y la clase obrera hubiera perdido su influencia en las amplias masas de campesinos y soldados, si el proletariado hubiese seguido a los comunistas de «izquierda», que incitaban a la insurrección en abril de 1917, cuando los mencheviques y los eseristas no se habían desenmascarado aún como partidarios de la guerra y del imperialismo, cuando las masas no habían podido aún convencerse por experiencia propia de la falsedad de los discursos de los mencheviques y de los eseristas sobre la paz, la tierra y la libertad. Sin la experiencia adquirida por las masas durante el período de la kerenskiada, los mencheviques y los eseristas no se habrían visto aislados, y la dictadura del proletariado hubiera sido imposible. Por eso, la táctica de «explicar pacientemente» los errores de los partidos pequeño burgueses y de luchar abiertamente dentro de los soviets era entonces la única táctica acertada.
El peligro de la táctica de los comunistas de «izquierda» consistía en que amenazaba con transformar al partido, de jefe de la revolución proletaria, en un puñado de conspiradores vacuos y sin base.
«Con la vanguardia sola es imposible triunfar. Lanzar sola a la vanguardia a la batalla decisiva, cuando toda la clase, cuando las grandes masas no han adoptado aún una posición de apoyo directo a esta vanguardia o, al menos, de neutralidad benévola con respecto a ella. (...) Sería no sólo una estupidez, sino, además un crimen. Y para que realmente toda la clase, para que realmente las grandes masas de los trabajadores y de los oprimidos por el capital lleguen a ocupar esa posición, la propaganda y la agitación, solas son insuficientes. Para ello se precisa la propia experiencia política de las masas. Tal es la ley fundamental de todas las grandes revoluciones, confirmada hoy, con fuerza y realce sorprendentes, no sólo por Rusia, sino también por Alemania. No sólo las masas incultas, y en muchos casos analfabetas de Rusia, sino también las masas de Alemania muy cultas, sin un solo analfabeto, necesitaron experimentar en su propia carne toda la impotencia, toda la veleidad, toda la flaqueza, todo el servilismo ante la burguesía, toda la infamia del gobierno de los caballeros de la II Internacional, toda la ineluctabilidad de la dictadura de los ultrareaccionarios –Kornílov en Rusia, Kapp y cía. en Alemania–, única alternativa frente a la dictadura del proletariado, para orientarse decididamente hacia el comunismo». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo, 1920)
Segunda. Encontrar en cada momento dado, en la cadena de procesos, el eslabón particular que permita, aferrándose a él, sujetar toda la cadena y prepara las condiciones para obtener el éxito estratégico.
Se trata de destacar, entre las tareas que se le plantean al partido, precisamente la tarea inmediata cuya solución constituye el punto central y cuyo cumplimiento garantiza la feliz solución de las demás tareas inmediatas.
Podría demostrarse la importancia de esta tesis con dos ejemplos, uno tomado del pasado lejano –del período de la formación del partido– y otro, de un pasado reciente –del período de la NEP–.
En el período de la formación del partido, cuando los innumerables círculos y organizaciones no estaban aún ligados entre sí, cuando los métodos artesanos de trabajo y el espíritu de círculo corroían al partido de arriba abajo, cuando la dispersión ideológica era el rasgo característico de la vida interna del partido, en este período, el eslabón fundamental de la cadena, la tarea fundamental entre todas las que tenía planteadas el partido, era la fundación de un periódico clandestino para toda Rusia –de la «Iskra»–. ¿Por qué? Porque sólo por medio de un periódico clandestino para toda Rusia podía crearse dentro del partido, en las condiciones de aquel entonces, un núcleo sólido, capaz de unir en un todo único los innumerables círculos y organizaciones, preparar las condiciones para la unidad ideológica y táctica y sentar, de este modo, los cimientos para la formación de un verdadero partido.
En el período de transición de la guerra a la edificación económica, cuando la industria vegetaba entre las garras de la ruina y la agricultura sufría escasez de artículos de la ciudad, cuando la ligazón entre la industria del Estado y la economía campesina se convirtió en la condición fundamental del éxito de la edificación socialista; en este período, el eslabón fundamental en la cadena de los procesos, la tarea fundamental entre todas era el desarrollo del comercio. ¿Por qué? Porque, en las condiciones de la NEP, la ligazón entre la industria y la economía campesina sólo es posible a través del comercio; porque, en las condiciones de la NEP, una producción sin venta es la muerte para la industria; porque la industria sólo puede ampliarse aumentando la venta mediante el desarrollo del comercio; porque sólo después de consolidarse en la esfera del comercio, sólo dominando el comercio, sólo dominando este eslabón, puede ligarse la industria con el mercado campesino y resolver con éxito otras tareas inmediatas, a fin de crear las condiciones para echar los cimientos de la economía socialista:
«No basta con ser revolucionario y partidario del socialismo, o comunista en general –escribía yo en abril de 1918–. Es necesario saber encontrar en cada momento el eslabón particular al cual hay que aferrarse con todas las fuerzas para sujetar toda la cadena y preparar sólidamente el paso al eslabón siguiente». (...) En el momento actual (...) Ese eslabón es la reanimación del comercio interior, regulado –orientado – con acierto por el Estado. El comercio, he ahí el «eslabón» de la cadena histórica de acontecimientos, de las formas de transición de nuestra edificación socialista en 1921-1922 al cual hay que aferrarse con todas las fuerzas». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Acerca de la significación del oro ahora y después de la victoria completa del socialismo, 1921)
Tales son las principales condiciones que garantizan el acierto en la dirección táctica.
La táctica reformista y la táctica revolucionaria
¿En qué se distingue la táctica revolucionaria de la táctica reformista?
Algunos creen que el leninismo está, en general, en contra de las reformas, de los compromisos y de los acuerdos. Eso es completamente falso. Los bolcheviques saben tan bien como cualquiera que, en cierto sentido, «del lobo, un pelo»; es decir, que en ciertas condiciones las reformas, en general, y los compromisos y acuerdos en particular, son necesarios y útiles.
«Hacer la guerra para derrocar a la burguesía internacional, una guerra cien veces más difícil, prolongada y compleja que la más encarnizada de las guerras corrientes entre Estados, y renunciar de antemano a toda maniobra, a explotar los antagonismos de intereses –aunque sólo sean temporales– que dividen a nuestros enemigos, renunciar a acuerdos y compromisos con posibles aliados –aunque sean provisionales, inconsistentes, vacilantes, condicionales–, ¿no es acaso, algo indeciblemente ridículo? ¿No viene a ser eso como si, en la difícil ascensión a una montaña inexplorada, en la que nadie hubiera puesto la planta todavía, se renunciase de antemano a hacer a veces zigzags, a desandar a veces lo andado, a abandonar la dirección elegida al principio para probar otras direcciones?». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Un paso adelante, dos pasos atrás, 1904)
No se trata, evidentemente, de las reformas o de los compromisos y acuerdos en sí, sino del uso que se hace de ellos.
Para el reformista, las reformas son todo, y la labor revolucionaria cosa sin importancia, de la que se puede hablar para echar tierra a los ojos. Por eso, con la táctica reformista, bajo el poder burgués, las reformas se convierten inevitablemente en instrumento de consolidación de este poder, en instrumento de descomposición de la revolución.
Para el revolucionario, en cambio, lo principal es la labor revolucionaria, y no las reformas; para él, las reformas son un producto accesorio de la revolución. Por eso, con la táctica revolucionaria, bajo el poder burgués, las reformas se convierten, naturalmente, en un instrumento para descomponer este poder, en un instrumento para vigorizar la revolución, en un punto de apoyo para seguir desarrollando el movimiento revolucionario.
El revolucionario acepta las reformas para utilizarlas como una ayuda para combinar la labor legal con la clandestina, para aprovecharlas como una pantalla que permita intensificar la labor clandestina de preparación revolucionaria de las masas con vistas a derrocar a la burguesía.
En eso consiste la esencia de la utilización revolucionaria de las reformas y los acuerdos en las condiciones del imperialismo.
El reformista, por el contrario, acepta las reformas para renunciar a toda labor clandestina, para minar la preparación de las masas con vistas a la revolución y echarse a dormir a la sombra de las reformas «otorgadas» desde arriba.
En eso consiste la esencia de la táctica reformista.
Así está planteada la cuestión de las reformas y los acuerdos bajo el imperialismo.
Sin embargo, una vez derrocado el imperialismo, bajo la dictadura del proletariado, la cosa cambia un tanto. En ciertas condiciones, en cierta situación, el poder proletario puede verse obligado a apartarse temporalmente del camino de la reconstrucción revolucionaria del orden de cosas existente, para seguir el camino de su transformación gradual, «el camino reformista», como dice Lenin en su conocido artículo: «Acerca de la significación del oro ahora y después de la victoria completa del socialismo» de 1921, el camino de los rodeos, el camino de las reformas y las concesiones a las clases no proletarias, a fin de descomponer a estas clases, dar una tregua a la revolución, acumular fuerzas y preparar las condiciones para una nueva ofensiva. No se puede negar que, en cierto sentido, este camino es un camino «reformista». Ahora bien, hay que tener presente que aquí se da una particularidad fundamental, y es que, en este caso, la reforma parte del poder proletario, lo consolida, le da la tregua necesaria y no está llamada a descomponer a la revolución, sino a las clases no proletarias.
En estas condiciones, las reformas se convierten, como vemos, en su antítesis.
Si el poder proletario puede llevar a cabo esta política, es, exclusivamente, porque en el período anterior la revolución ha sido lo suficientemente amplia y ha avanzado, por tanto, lo bastante para tener a donde retirarse, sustituyendo la táctica de la ofensiva por la del repliegue temporal, por la táctica de los movimientos de flanco.
Así, pues, si antes, bajo el poder burgués, las reformas eran un producto accesorio de la revolución, ahora bajo la dictadura del proletariado las reformas tienen por origen las conquistas revolucionarias del proletariado, las reservas acumuladas en manos del proletariado y compuestas por dichas conquistas.
«Sólo el marxismo ha definido con exactitud y acierto la relación entre las reformas y la revolución si bien Marx tan sólo pudo ver esta relación bajo un aspecto, a saber: en las condiciones anteriores al primer triunfo más o menos sólido, más o menos duradero del proletariado, aunque sea en un solo país. En tales condiciones, la base de una relación acertada era ésta: las reformas son un producto accesorio de la lucha revolucionaria de clase del proletariado. (...) Después del triunfo del proletariado, aunque sólo sea en un país, aparece algo nuevo en la relación entre las reformas y la revolución. En principio, el problema sigue planteado del mismo modo, pero en la forma se produce un cambio, que Marx, personalmente, no pudo prever, pero que sólo puede ser comprendido colocándose en el terreno de la filosofía y de la política del marxismo. (...) Después del triunfo, ellas [es decir, las reformas - Anotación de Stalin] –aunque en escala internacional sigan siendo el mismo «producto accesorio»– constituyen además, para el país en que se ha triunfado, una tregua necesaria y legítima en los casos en que es evidente que las fuerzas, después de una tensión extrema no bastan para llevar a cabo por vía revolucionaria tal o cual transición. El triunfo proporciona tal «reserva de fuerzas», que hay con qué mantenerse, tanto desde el punto de vista material como del moral, aun en el caso de una retirada forzosa». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Acerca de la significación del oro ahora y después de la victoria completa del socialismo, 1921) (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili; Stalin; Los fundamentos del leninismo, 1924)
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