«Entre las ideas y errores ideológicos históricos de Rosa luxemburgo encontramos errores tanto derechistas como izquierdistas, entre ellos destacan:
1) La idea de que la sociedad capitalista sólo podría resolver el problema de la acumulación de capital sólo por la expansión en las economías precapitalistas, y que cuando se han absorbido estas áreas, el capitalismo se derrumbaría como un castillo de naipes.
2) La idea de que el derecho a la autodeterminación era contrarrevolucionario, criticando a los bolcheviques por ejercerlo. Basándose en la idea de que en la etapa imperialista del capitalismo, no pueden existir guerras de liberación nacional porque entre otras cosas sería ayudar y alentar a las burguesías nacionales y crear desconcierto entre las masas revolucionarias, yendo el contra del derecho de autodeterminación del leninismo. La idea imperialista de que las naciones pequeñas son contrarrevolucionarias y no pueden ayudar al progreso social de la humanidad.
3) La desconfianza en el campesinado, que como Trotsky, pensaba que más pronto que tarde terminaría oponiéndose al socialismo, pugnando entonces contra el proletariado intentando derrocar la dictadura del proletariado, negando la teoría leninista de la alianza obrero-campesina y volviendo a los esquemas de que la revolución sólo sería posible en países con alta concentración y número de proletarios.
4) La afirmación –hilando con su antietapismo– de que era un error por parte de los bolcheviques la incautación de la tierra a los terratenientes y su distribución inmediata a los campesinos pobres, ya que repartir las tierras entre el «contrarrevolucionario» campesinado, haría que éste defendiera su parcela de tierra recién adquirida, e intentaría agredir e incluso derrocar el poder proletario cuando los comunistas intentara llevar la colectivización, llegando a calificar a estos campesinos como un estrato social enemigo del socialismo mucho mayor y más peligroso que los antiguos terratenientes.
5) La creencia de que el Tratado de paz de Brest-Litvosk de 1918 «no era más que una capitulación del proletariado revolucionario ruso ante el imperialismo alemán».
6) La idea de que la huelga de las masas de carácter espontáneo era la forma decisiva de la lucha revolucionaria de la clase obrera, que ello era lo determinante para el movimiento de masas.
7) La oposición al centralismo democrático leninista calificándolo de un engendro de burocratismo que degenera la estructura del partido, de método blanquista y ultracentralista, promoviendo en cambio el autonomismo de partido que Lenin tanto combatió.
8) La negación de la posibilidad de la construcción del socialismo en un sólo país que Lenin defendía, abogando por la tesis menchevique-trotskista de la revolución permanente sacado del socialdemócrata alemán Parvus, creyendo que la construcción en un sólo país y en especial en Rusia era imposible sin la ayuda de la revolución triunfante en los países desarrollados.
9) El pensamiento liberal sobre el derecho de la libertad de prensa y la libertad de expresión para todas las tendencias autodenominadas «marxistas» o «socialistas». Condenando la política bolchevique que negaba dicho derecho los grupos como los mencheviques, socialrevolucionarios, anarquistas, etc. que antes durante y después de la Guerra Civil Rusa 1917-1923 se posicionaron de lado de la burguesía –a veces con ayuda de las potencias del extranjero–.
10) La creencia de que los bolcheviques no ejercían la dictadura del proletariado sino que se reducía a la «dictadura de los jefes», ignorando el principio leninista de que la dictadura del proletariado se ejerce con el partido de la clase obrera –que concentra a los elementos más avanzados de esta clase– y que gobierna a través de los soviets y no en detrimento de ellos.
***
Resulta curioso que los actuales oportunistas, que reconocen los graves errores cometidos por Rosa Luxemburgo, ensalcen y rindan homenaje a esta figura que, «casualmente», y junto a Lukács y Althusser, fue una de las más empleadas en los años 70 por los «marxistas heterodoxos» para poner en tela de juicio las ideas del «leninismo» y el «stalinismo» –y, a diferencia de muchos otros casos, sin necesidad de retorcer sus escritos–. ¿Existe una verdadera comprensión de las peligrosas consecuencias que tuvo el luxemburgismo? Para nada. Otros tratan de «revelar» que, pese a sus limitaciones, el luxemburgismo es superior al bernsteinismo o el kautkismo –¡gran novedad!–, pero no aportan ninguna razón de peso que indique por qué deberíamos prestar más atención a una corriente que, en muchos de sus planteamientos, es ajena al marxismo-leninismo.
¿Qué podemos concluir? Pues que, como en el caso de Recabarren en Chile, Plejanov en Rusia o Pablo Iglesias Posse en España, es lícito y hasta necesario evaluar y poner en su sitio a estos dirigentes de gran importancia para el movimiento proletario en su momento. Pero entiéndase que, con el transcurrir de los años y sucesivas experiencias, muchas de estas figuras «pierden su trono», pues han ido sucediéndose otras de mayor transcendencia, capaces de corregir sus errores y cuyos aportes fueron de mayor utilidad y precisión. En suma: aunque debemos reconocer los méritos de aquellos intelectuales que introdujeron y difundieron el marxismo en sus respectivos países, ello no nos puede hacer olvidar sus obvias limitaciones, ni mucho menos tratar de recuperarlas. Existe una diferencia sustancial entre aquellos que erraron por falta de información y experiencia y aquellos que, como Rosa Luxemburgo, fueron incapaces de comprender correctamente la situación, aquellos que se ubicaron por debajo de la vanguardia ideológica que les era coetánea, combatiéndola, además, a plena conciencia, como, de nuevo, es el caso de Rosa Luxemburgo en su disputa contra Lenin. Obviamente, y pese a la canonización posterior, Rosa Luxemburgo no estuvo a la altura lo que exigía la situación, por mucho que hubiera rectificado en varias de sus posiciones oportunistas poco antes de morir. La cuestión aquí es, ¿por qué tomar, entonces, en pleno siglo XXI, como referencia a una figura con una línea tan zig zageante como Luxemburgo? Esto es una pregunta retórica, evidentemente. Pues para el revisionismo, ya se sabe, «a falta de pan buenas son tortas». (Equipo de Bitácora (M-L); La lucha de Lenin y los bolcheviques contra las limitaciones de Rosa Luxemburgo, 2016)
Anotación de Bitácora (M-L):
«No he visto todavía el libro de R. Luxemburgo, pero, teóricamente, tiene usted en este punto toda la razón. (...) La «dialéctica» de Luxemburgo me parece –asimismo a juzgar por el artículo de Leipziger Vollcszeitung– ecléctica». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; A la redacción de Bremer Bürger-Zeitung, 1913)
«Estamos en favor del derecho a la separación –¡y no en favor de la separación de todos!–. (...) La autonomía es nuestro plan de construcción del Estado democrático. (...) En general, nos oponemos a la separación. Pero defendemos el derecho a la separación debido al nacionalismo ultrarreaccionario ruso que ha perjudicado tanto la idea de la convivencia nacional. (...) El derecho a la autodeterminación es una excepción de nuestra premisa general del centralismo. Esta excepción es absolutamente necesaria frente al nacionalismo ultrarreaccionario ruso, y la menor renuncia a esta excepción es oportunismo –como en el caso de Rosa Luxemburgo–, es un estúpido juego que favorece al nacionalismo ultrarreaccionario ruso». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Carta a S. G. Shaumian, 6 de diciembre de 1913)
«Así, la revolución proletaria avanzó desde Rusia hacia Hungría, para alcanzar después la débil –desde el punto de vista capitalista– Baviera. Pero mientras que la revolución del proletariado de Rusia y de Hungría se encargaba con toda intensidad de las tareas principales de la revolución, teniendo en cuenta la fuerza revolucionaria del proletariado ruso y húngaro, y con la proclamación de la dictadura del proletariado se puso de inmediato a asegurar institucionalmente dicha dictadura; mientras el proletariado de ambos países convertía en propiedad común las fábricas y empresas, las minas y las casas, nacionalizaba la gran propiedad, reprimía a la burguesía y tomaba otras medidas que respondían al interés del proletariado industrial y campesino, plantando profundamente las raíces de la dictadura del proletariado en el terreno de los intereses de clase; así pues, mientras el proletariado ruso y húngaro manejaba la dictadura del proletariado en la única dirección posible: destruir el estado burgués y transformar la producción capitalista en socialista, mientras tanto, el proletariado alemán se asustó de estas medidas e instituciones, las únicas que podían asegurar el espíritu de la dictadura del proletariado. El proletariado bávaro se sintió débil, no se atrevió a barrer ni a la burguesía ni a la gran propiedad, sus dirigentes fluctuaban entre las falsas proclamas de la democracia burguesa y las verdades de clase consecuentes con el espíritu de clase de la dictadura proletaria. Bajo la apariencia de dictadura proletaria seguían una política semidemócrata, que recordaba la confusa política pequeño-burguesa. Y así, por un lado debilitaban al propio proletariado, porque lo apartaba del camino de la defensa consecuente de la lucha de clases, y por otro fortalecía la oposición burguesa y les permitía ganar tiempo para poder acabar con la dictadura del proletariado. De igual manera a como al principio de la revolución el proletariado finés y ucraniano no encontró en sí mismo el espíritu revolucionario, con el cual el proletariado ruso y húngaro se apresuró a defender la dictadura proletaria en los días de peligro, el proletariado bávaro observó pasivamente como los mercenarios del gobierno burgués derrotaban la dictadura proletaria, que se sostenía en débiles pilares y estaba debilitada por sus propias medidas. Y en ambos aspectos la inconsecuencia de sus líderes, el desconocimento del marxismo y el sentimentalismo democrático, contribuyó a la caída de la dictadura del proletariado. Y en todos los lugares donde el proletariado y sus dirigentes dejaron de lado las enseñanzas del marxismo, en todos los lugares donde creyeron que la dictadura del proletariado y la democracia burguesa son conciliables, en todos los lugares donde querían tratar a la burguesía con guantes de seda, en todos los lugares donde, en definitiva, se asustaron del único principio fundamental de la lucha de clases: de la aplicación despiadada de los puntos de vista de clase, en todos esos lugares, no solo triunfó la contrarrevolución burguesa, el terror blanco – sino que en todos ellos trataron con toda crueldad a los líderes de la dictadura proletaria, independientemente de lo amistosos que hubieran sido con respecto a la burguesía, independientemente de cuán inconsecuentes hubieran sido en la aplicación de la dictadura del proletariado, independientemente de cuánto hubieran debilitado la fuerza del proletariado con su sentimentalismo inconsecuente. En Siberia, Kolchak masacró a los socialrevolucionarios que, considerando despiadada la dictadura del proletariado, huyeron a sus territorios, la burguesía finesa asesinó por montones, indistintamente, a mencheviques y bolcheviques, Skoropadski y las tropas alemanas, colgaron indistintamente a cualquier proletario, defendiera la dictadura proletaria o no, fuera partidario de la dictadura proletaria o no. El desgraciado Leviné, con su amistad hacia los burgueses, con su cultura democrática, es la personificación de la semi dictadura del proletariado de Baviera. La burguesía le estuvo agradecida, no lo ejecutaron en un lugar público, sino en la cárcel. No lo masacraron como a Liebknecht y a Rosa Luxemburgo, sino que lo ejecutaron tras una decisión judicial. La justicia burguesa cae sobre todos los que se atraven a atacarla, pero este ataque contra ella, lo usará como excusa para vengarse del proletariado por el sencillo hecho de ser proletario. Ese es el agradecimiento burgués. Eso puede esperar de la burguesía cualquiera que se asuste de aplicar consecuentemente la dictadura del proletariado, con ese comportamiento inconsecuente lleva a las filas del proletariado el desconcierto, debilita la lucha del proletariado y contribuye al fracaso de la dictadura del proletariado. Tales hombres entregan el proletariado a la ira burguesa. Y el agradecimiento de la burguesía no se hace esperar: los cuelgan con los demás». (Jozsef Revai; Sobre el fracaso de la revolución alemana, 1919)
«La maestría del leninismo y su aplicación práctica en la construcción de los partidos comunistas es imposible a menos que se preste atención a los errores de algunos marxistas prominentes que intentaron, sin mucho éxito, aplicar el marxismo a las condiciones de la nueva época. Entre estos se incluyen los errores de los «comunistas de izquierda» en Rusia, el grupo de los marxistas holandeses –Gorter y Pannekoek–, así como los errores de Rosa Luxemburgo. Cuanto más se acerca a estos líderes políticos al leninismo, más peligrosos se observan sus puntos de vista en los aspectos en los que no coinciden con el leninismo. Entre los errores más importantes de los luxemburguistas en la práctica hoy en día son: (A) el tratamiento antibolchevique de la cuestión de la «espontaneidad» y «conciencia», de la «organización» y «las masas». Sus falsas ideas sobre esta cuestión les impiden valorar correctamente el papel del partido en la revolución; (B) la subestimación del factor técnico en la preparación de insurrecciones era, y es, en parte hoy en día, un obstáculo para el correcto tratamiento de la cuestión de la organización de la revolución; (C) errores en lo que se refiere a la actitud hacia el campesinado. Una actitud «tolerante» hacia dichas desviaciones teóricas hace que lograr la genuina bolchevización sea algo imposible. El dominio de la teoría del leninismo es esencial para lograr el éxito de la bolchevización de los partidos». (Internacional Comunista; Tesis sobre la bolchevización de los Partidos Comunistas adoptadas en el Vº Pleno del Comité Ejecutivo de la IC, 1925)
«2) Slutski reprocha a Lenin y a los bolcheviques que no apoyaran decidida e irrevocablemente a los izquierdistas en la socialdemocracia alemana, que sólo los apoyaran con serias reservas, que consideraciones de fracción les impidieran apoyar consecuentemente a los izquierdistas. Vosotros queréis discutir contra este reproche propio de un charlatán y falso hasta la médula. Pero ¿qué hay realmente aquí que merezca ser discutido? ¿Acaso no está claro que Slutski maniobra y trata de encubrir, mediante un hipócrita reproche a Lenin y a los bolcheviques, las verdaderas fallas en la posición mantenida por los izquierdistas alemanes? ¿Acaso no está claro que, a menos de traicionar a la clase obrera y a su revolución, los bolcheviques no podían sostener, sin serias reservas, sin una seria crítica de sus errores, a los izquierdistas de Alemania, que vacilaban a cada paso entre el bolchevismo y el menchevismo? Las maniobras fraudulentas hay que condenarlas, y no ponerlas a discusión.
Sí, los bolcheviques apoyaron a los socialdemócratas de izquierda en Alemania con serias reservas, criticando sus errores semimencheviques. Y por esto se les debe felicitar, en vez de hacerles reproches.
¿Hay quien duda de ello?
Recordemos los hechos más conocidos de la historia.
a) En 1903 se advirtieron hondas discrepancias entre los bolcheviques y los mencheviques en Rusia acerca de la condición de miembro del Partido. Con su fórmula, que definía la condición de miembro del Partido, los bolcheviques querían crear, en materia de organización, un freno contra la afluencia de elementos no proletarios al Partido. El peligro de esta afluencia era entonces más que real, dado el carácter democrático-burgués de la revolución rusa. Los mencheviques rusos defendían la posición contraria, que abría de par en par las puertas del Partido a los elementos no proletarios. En vista de la importancia que los problemas de la revolución rusa tenían para el movimiento revolucionario mundial, los socialdemócratas del Occidente de Europa decidieron tomar cartas en el asunto. También lo hicieron los socialdemócratas de izquierda de Alemania, Parvus y Rosa Luxemburgo, entonces líderes de los izquierdistas. ¿Y qué ocurrió? Ambos se pronunciaron en favor de los mencheviques y contra los bolcheviques. Se acusó a los bolcheviques de ultracentralismo y de tendencias blanquistas. Más tarde, estos chabacanos y filisteos epítetos fueron adoptados por los mencheviques y difundidos por el mundo entero.
b) En 1905 se desarrollaron las discrepancias entre bolcheviques y mencheviques en Rusia sobre el carácter de la revolución rusa. Los bolcheviques defendían la idea de la alianza de la clase obrera con los campesinos bajo la hegemonía del proletariado. Los bolcheviques afirmaban que se debía ir hacia la dictadura democrática revolucionaria del proletariado y de los campesinos, con el fin de pasar inmediatamente de la revolución democrático-burguesa a la revolución socialista, asegurándose el apoyo de los campesinos pobres. Los mencheviques en Rusia rechazaban la idea de la hegemonía del proletariado en la revolución democrático-burguesa. A la política de alianza de la clase obrera con los campesinos, preferían la política de componendas con la burguesía-liberal, y tildaron a la dictadura democrática revolucionaria del proletariado y de los campesinos de esquema reaccionario blanquista, en pugna con el desarrollo de la revolución burguesa. ¿Qué actitud adoptaron respecto a estas discusiones los izquierdistas de la socialdemocracia alemana, Parvus y Rosa Luxemburgo? Inventaron un esquema utópico y semimenchevique de revolución permanente –imagen deformada del esquema marxista de la revolución– penetrado hasta la médula por la negación menchevique de la alianza entre la clase obrera y los campesinos, y lo contrapusieron al esquema bolchevique de la dictadura democrática revolucionaria del proletariado y de los campesinos. Más tarde, este esquema semimenchevique de la revolución permanente fue adoptado por Trotski –y en parte por Mártov– y convertido en arma de lucha contra el leninismo.
c) En el período de anteguerra, en los partidos de la II Internacional salió a la palestra, como uno de los problemas más actuales, la cuestión nacional y colonial, de las naciones oprimidas y de las colonias, de la liberación de las naciones oprimidas y de las colonias, la cuestión de los medios para luchar contra el imperialismo, de los medios para derrocar el imperialismo. A fin de desarrollar la revolución proletaria y de cercar al imperialismo, los bolcheviques propusieron una política de apoyo al movimiento de liberación de las naciones oprimidas y de las colonias, sobre la base de la autodeterminación de las naciones, y elaboraron el esquema de frente único entre la revolución proletaria de los países avanzados y el movimiento revolucionario de liberación de los pueblos de las colonias y de los países oprimidos. Los oportunistas de todos los países, los social-chovinistas y social-imperialistas de todos los países arremetieron en el acto contra los bolcheviques. Los bolcheviques eran perseguidos como perros rabiosos. ¿Qué actitud adoptaron entonces los socialdemócratas de izquierda en el Occidente? Desarrollaron una teoría semimenchevique acerca del imperialismo, rechazaron el principio de la autodeterminación de las naciones en su concepción marxista –hasta la separación y formación de Estados independientes–, descartaron la tesis de la gran importancia revolucionaria del movimiento de liberación de las colonias y de los países oprimidos, rechazaron la tesis de la posibilidad de un frente único entre la revolución proletaria y el movimiento de liberación nacional y contrapusieron todo ese galimatías semimenchevique, que es una desestimación completa de la cuestión nacional y colonial, al esquema marxista de los bolcheviques. Es sabido que este galimatías semimenchevique fue recogido después por Trotski y utilizado como arma de lucha contra el leninismo.
Tales son los errores públicos y notorios de los socialdemócratas de izquierda de Alemania.
No hablo ya de otros errores de los izquierdistas alemanes, criticados en los correspondientes artículos de Lenin.
No hablo tampoco de los errores que cometieron al enjuiciar la política de los bolcheviques en el período de la Revolución de Octubre.
¿Qué denotan estos errores de los izquierdistas alemanes, tomados de la historia del período de anteguerra, sino que los socialdemócratas de izquierda, a pesar de su izquierdismo, no se habían liberado aún del bagaje menchevique?
Naturalmente, los izquierdistas en Alemania no tienen sólo en su haber serios errores. También tienen en su haber grandes y serios hechos revolucionarios. Me refiero a sus múltiples méritos y acciones revolucionarias en las cuestiones de política interior y, particularmente, de la lucha electoral, en las cuestiones de la lucha parlamentaria y extraparlamentaria, de la huelga general, de la guerra, de la revolución de 1905 en Rusia, etc. Precisamente por esto, los bolcheviques les tomaban en consideración como izquierdistas y les apoyaban, les empujaban hacia adelante. Pero esto no desmiente, ni puede desmentir que los socialdemócratas de izquierda de Alemania tenían, al mismo tiempo, la contrapartida de múltiples errores políticos y teóricos muy graves; que no se habían liberado aún del lastre menchevique y necesitaban, por lo tanto, la crítica más severa por parte de los bolcheviques.
Juzgad ahora vosotros mismos: ¿Podían Lenin y los bolcheviques apoyar a los socialdemócratas de izquierda del Occidente sin serias reservas, sin una crítica severa de sus errores, a menos de traicionar los intereses de la clase obrera, a menos de traicionar los intereses de la revolución, a menos de traicionar el comunismo?
¿Acaso no está claro que Slutski, al reprochar a Lenin y a los bolcheviques una cosa por la que debería aplaudirles si fuera un bolchevique, se descubre por completo como un semimenchevique, como un trotskista enmascarado?
Slutski hace la suposición de que Lenin y los bolcheviques, al enjuiciar a los izquierdistas del Occidente, se basaban en consideraciones de fracción, de que, en consecuencia, los bolcheviques rusos sacrificaban a los intereses de su fracción la gran causa de la revolución internacional. Huelga demostrar que no puede haber nada más vulgar e infame que esa suposición. No puede haber nada más vulgar, porque hasta los mencheviques rematadamente vulgares comienzan a comprender que la revolución rusa no es un asunto privado de los rusos, que, por el contrario, es la causa de la clase obrera del mundo entero, la causa de la revolución proletaria mundial. No puede haber nada más infame, porque hasta los calumniadores profesionales de la II Internacional comienzan a comprender que el internacionalismo consecuente y revolucionario hasta el fin, que practican los bolcheviques, es un modelo de internacionalismo proletario para los obreros de todos los países.
Sí, los bolcheviques rusos destacaban a primer plano las cuestiones cardinales de la revolución rusa, tales como las concernientes al Partido, a la actitud de los marxistas hacia la revolución democrático-burguesa, a la alianza entre la clase obrera y los campesinos, a la hegemonía del proletariado, a la lucha parlamentaria y extraparlamentaria, a la huelga general, a la transformación de la revolución democrático-burguesa en revolución socialista, a la dictadura del proletariado, al imperialismo, a la autodeterminación de las naciones, al movimiento de liberación de las naciones oprimidas y de las colonias, a la política de apoyo a este movimiento, etc. Planteaban estas cuestiones como piedra de toque en la cual contrastaban la firmeza revolucionaria de los socialdemócratas de izquierda del Occidente. ¿Tenían derecho a ello? Sí. No sólo lo tenían, sino que estaban obligados a obrar de esa forma. Estaban obligados a obrar de esa forma, ya que todas estas cuestiones eran, al mismo tiempo, cuestiones cardinales de la revolución mundial, a cuyas tareas subordinaban los bolcheviques su política, su táctica. Estaban obligados a obrar de esa forma, ya que sólo en estas cuestiones era posible comprobar verdaderamente el revolucionarismo de unos u otros grupos de la II Internacional». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Sobre algunas cuestiones de la historia del bolchevismo, 1931)
«Cuanto mayor sean las tareas que hemos de confrontar con el desarrollo de la crisis capitalista, mayor debe ser el esfuerzo de los comunistas por convertirse en un partido de masas para el proletariado, mayor es la urgencia por clarificar de la historia del partido los errores y desviaciones de Karl y Rosa, por investigar todas aquellas debilidades que acompañaron obstinadamente a las izquierdas revolucionarias en Alemania. Bajo el liderazgo ideológico de Rosa Luxemburgo surgió la idea fundamentalmente falsa con respecto a la naturaleza del imperialismo, lo que condujo a aceptar la teoría del colapso mecánico del capitalismo. A partir de esto le siguió la teoría de la espontaneidad de las masas, que despojaría a sí mismo al partido de los errores y los crímenes de los dirigentes socialdemócratas a fin de cerrar filas en torno al liderazgo revolucionario. Esto también es la razón por las que no se tomaron medidas para fundar un partido revolucionario independiente. No se reconoció por tanto que el partido sólo puede ser la vanguardia del proletariado, su parte más progresista, enérgica y clara. Estas ideas falsas se conectan con otros errores de igual importancia tales como la falta de reconocimiento del papel de la violencia revolucionaria y los errores con respecto a la las cuestiones campesinas nacionales e internacionales. Es gracias a las secuelas de las tendencias socialdemócratas en el Partido Comunista de Alemania que esos mismos enormes errores fueron cometidos en 1921 en la acción de marzo, y en 1923 en el movimiento de octubre, lo que provocó que al partido se le impendiese un desarrollo recto necesario para un verdadero partido bolchevique debido a las acciones de un gran número de renegados en sus filas. La erradicación de todas las ideas falsas es indispensablemente necesaria necesaria para cada partido bolchevique. Recientemente el camarada Stalin volvió a pedir urgentemente la atención sobre esto. Sería una profanación de nuestros grandes ideales si tratamos de competir con los renegados en la conservación de sus errores». (Fritz Heckert; 15 de enero de 1919, 1932)
Creo que se equivocan, y mucho, en su crítica a Rosa Luxemburgo. El propio Lenin la admiraba, incluso la tildó de "águila de la Revolución". Las divergencias entre ambos siempre fueron en un tono intelectual y desde la misma trinchera.
ResponderEliminar- El primer error que creo que cometen es desdeñar así su teoría del colapso capitalista. La teoría de la acumulación de Rosa Luxemburgo está basada directamente en la teoría del Valor de Marx y en los esquemas de reproducción, en una crítica desde el Marxismo a estos mismos. Lenin repetía los errores del Marxismo legal en su lectura de los esquemas de reproducción. De cualquier modo, si no están de acuerdo con ello podrían responder a la pregunta que lanza la propia Rosa Luxemburgo: ¿de dónde sale la demanda para incrementar la producción?
- Respecto a la posición de Rosa Luxemburgo que, con razón, critican, no tengo nada que añadir. Sólo que se basa en un escrito de juventud de ella, que ella misma nunca quiso que viera la luz y que han aprovechado tanto grupos troskistas como anarquistas o liberales para atacar a la URSS. Sea como sea ella se desmarcó de esa obra.
- Lo que afirman de su teoría de la huelga de masas es una tergiversación, dudo que interesada, de su obra "Huelga de masas...", el análisis que hace Rosa Luxemburgo de la huelga de masas se basó en la propia Revolución de Octubre y era una crítica al sindicalismo alemán dominado por el reformismo.