«La burguesía y, junto a ella, los revisionistas modernos, hablan y hacen cálculos sobre las llamadas «libertades democráticas». En efecto, en cada Estado burgués denominado democrático, existen algunas «libertades democráticas» relativas. Decimos relativas, porque no rebasan jamás el límite de la concepción burguesa de la «libertad» y de la «democracia», porque llegan precisamente hasta el punto de no perjudicar los intereses vitales de la burguesía en el poder.
Naturalmente, la clase obrera y los hombres progresistas aprovechan estas condiciones para organizarse, para difundir sus concepciones y su ideología, y preparar el derrocamiento de las clases explotadoras y la toma del poder.
Después de la Segunda Guerra Mundial, en muchos países capitalistas de Europa, como resultado de la victoria sobre el fascismo y del papel desempeñado por los partidos comunistas en la lucha antifascista, estos partidos llegaron incluso a participar en el gobierno –por ejemplo en Francia, en Italia, en Finlandia, etc.–, y hasta tener un gran número de diputados en el parlamento, importantes cargos en el aparato del Estado, e inclusive en el ejército, etc.
Asimismo, en diferentes períodos durante estos últimos 15 años, se crearon condiciones favorables para el partido de la clase obrera y las fuerzas progresistas en algunos países del Medio Oriente, como Irán e Irak, y de América Latina, como Guatemala, Brasil, Ecuador, Venezuela y otros. En Indonesia se creó una situación bastante favorable. El Partido Comunista de Indonesia creció con rapidez, formaba parte del gobierno y ejercía una gran influencia en la política interior y exterior del país, etc.
Pero, también en las condiciones de las «libertades democráticas», se desarrolla una aguda lucha de clases, una lucha a vida o muerte, entre la revolución y la reacción, entre el proletariado y la burguesía. Si el proletariado y su partido se esfuerzan por consolidar sus posiciones, por su parte, la reacción y la burguesía no duermen. Por el contrario, valiéndose del aparato estatal burgués, de la policía y las fuerzas armadas, practicando la corrupción y la subversión, alimentando el oportunismo y las ilusiones reformistas y pacifistas en el seno de la clase obrera, etc., se preparan seriamente para consolidar sus posiciones y desbaratar a las fuerzas revolucionarias.
El desarrollo de los acontecimientos tras la Segunda Guerra Mundial muestra que, en el marco de las «libertades democráticas», la burguesía ha actuado enérgicamente y en diferentes formas para liquidar el movimiento revolucionario de la clase obrera.
Después que la burguesía y la reacción lograron consolidar sus posiciones, expulsaron a los comunistas del gobierno, de los puestos importantes en el aparato del Estado y del ejército, como sucedió en Italia, Francia y Finlandia. En Inglaterra, Austria y otros países, ni siquiera se toleró la presencia de los comunistas en el parlamento, mientras que en Grecia fueron encarcelados y combatidos por la fuerza de las armas.
Cuando la burguesía y la reacción constatan que su poder está amenazado por la fuerza y el prestigio crecientes del partido comunista y del movimiento revolucionario de las masas, juegan su última carta: ponen en acción a las fuerzas armadas, organizan pogromos para aplastar y liquidar al movimiento revolucionario y a los partidos comunistas, como sucedió en Irán e Irak, y, recientemente, con los trágicos acontecimientos de Indonesia. En tales casos la reacción y la burguesía de un país dado han aprovechado directamente también la ayuda de la reacción mundial, incluso el apoyo de sus fuerzas armadas como ha ocurrido en la República Dominicana y otros lugares.
¿Qué conclusiones se pueden sacar de esta experiencia histórica?
Primero, que las llamadas «libertad burguesa» y «libertad democrática» en los países capitalistas no son como para permitir a los partidos comunistas y a los grupos revolucionarios alcanzar sus objetivos. De ningún modo. La burguesía y la reacción toleran la actividad de los revolucionarios mientras no constituya un peligro para el poder de clase de la burguesía. Cuando este poder está en peligro, o cuando la reacción encuentra el momento propicio, sofoca las libertades democráticas, recurre a todos los medios, sin ningún escrúpulo moral ni político, para destruir a las fuerzas revolucionarias. En todos los países en que se ha permitido a los partidos comunistas militar abiertamente, la burguesía y la reacción aprovechan esa situación para conocer toda la actividad, las personas, los métodos de trabajo y de lucha de los partidos marxista-leninistas y de los revolucionarlos, Por eso, los comunistas y sus partidos auténticamente marxistas-leninistas cometerían un error fatal si tuvieran confianza en las «libertades» burguesas que les proporciona la coyuntura, si lo hicieran todo abiertamente y no guardaran el secreto de su organización y de sus planes. Los comunistas deben aprovechar las condiciones del trabajo legal, incluso para desarrollar un amplio trabajo propagandístico y organizativo, pero, al mismo tiempo, deben estar preparados para el trabajo clandestino.
Segundo, las ilusiones oportunistas sobre la «vía pacífica» para la toma del poder son un bluf y representan un gran peligro para el movimiento revolucionario. En apariencia, el Partido Comunista de Indonesia parecía tener el terreno más favorable para alcanzar su objetivo siguiendo esta vía. No obstante, los comunistas indonesios habían declarado más de una vez que no se forjaban ilusiones sobre la «vía pacífica». En su saludo al congreso del Partido Comunista de Nueva Zelanda, la delegación del Comité Central del Partido Comunista de Indonesia confirmaba que:
«Los acontecimientos de Indonesia han demostrado una vez más que no existe ninguna clase dominante, ni fuerza reaccionaria que permita a las fuerzas revolucionarias conquistar la victoria por la «vía pacífica». (Partido Comunista de Indonesia; Saludo del Partido Comunista de Indonesia al XXIº Congreso del Partido Comunista de Nueva Zelanda, 1966)
Los comunistas extraen de los trágicos acontecimientos de Indonesia la enseñanza de que no es suficiente desechar las ilusiones oportunistas sobre la «vía pacífica» y reconocer que la única vía para la toma del poder es la vía revolucionaria de la lucha armada. El partido del proletariado, los marxistas-leninistas y todo revolucionario deben tomar medidas efectivas para preparar la revolución, comenzando por la educación de los comunistas y de las masas en el espíritu militante revolucionario y llegando hasta su preparación concreta para hacer frente a la violencia contrarrevolucionaria de la reacción con la lucha armada revolucionaria de las masas populares.
Tercero, independientemente de las condiciones y de las posiciones favorables que puede disfrutar en un determinado momento, el partido de la clase obrera no debe relajar un solo instante la vigilancia revolucionaria, sobrestimar sus fuerzas y las de sus aliados y subestimar la fuerza del adversario, de la burguesía y la reacción. El Partido Comunista de Indonesia gozaba de una gran influencia en el país, pero parece que sobrestimó en particular la fuerza política de Sukarno y del sector de la burguesía que le apoyaba, y tuvo demasiada confianza en esta fuerza. Al mismo tiempo, parece que subestimó la fuerza de la reacción, en particular de la reacción en el ejército, Al parecer los camaradas indonesios pensaban que el que tenía a Sukarno de su parte, tenía la llave de Indonesia, sin analizar debidamente en qué consistía la fuerza de Sukarno y hasta qué punto esta fuerza era real, particularmente entre el pueblo. Los recientes acontecimientos de Indonesia demostraron claramente que el prestigio y la autoridad de Sukarno no se apoyaba en una base social, económica y política sólida. Los generales reaccionarios lograron neutralizar a Sukarno, e incluso, mientras les convenía, le explotaron para sus fines contrarrevolucionarios.
Cuarto, el partido marxista-leninista y todos los auténticos revolucionarios deben seguir consecuente y resueltamente una línea revolucionaria y luchar audazmente contra el oportunismo y su más sórdida manifestación, el revisionismo moderno, tanto el jruschovista como el titoista. Los oportunistas y los revisionistas modernos han hecho de la lucha por las «libertades» burguesas su bandera y han renunciado a la revolución, preconizan la «vía pacífica» como la única vía para la toma del poder. Precisamente la línea oportunista y revisionista, la influencia de los revisionistas jruschovistas, etc., han transformado a numerosos partidos comunistas, que en el pasado constituían una gran fuerza revolucionaria, en partidos de las reformas sociales, en apéndices y furgones de cola de la burguesía reaccionaria. Esto sucedió con los partidos comunistas de Italia, de Francia, de Finlandia, de Inglaterra, de Austria y otros. La aplicación de la línea oportunista del XXº Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética de los jruschovistas condujo a la catástrofe y a la liquidación al Partido Comunista de Irak, al antiguo Partido Comunista del Brasil, al Partido Comunista de Argelia, etc. El Partido Comunista de Indonesia se opone al revisionismo moderno. Los últimos acontecimientos de Indonesia y el papel de zapa que los revisionistas jruschovistas jugaron allí, demuestran que un verdadero partido revolucionario, fiel al marxismo-leninismo, decidido a llevar audazmente adelante la revolución, debe mantener una actitud bien definida frente al oportunismo, al revisionismo jruschovista y titoista. No basta solidarizarse con la lucha de los marxistas-leninistas contra el revisionismo, es preciso también que el partido luche de manera intransigente y abierta contra la traición revisionista, porque únicamente así pueden los comunistas educarse en un espíritu revolucionario y puede ser preservado el partido de todo peligro de revisionismo. Sin combatir resuelta y consecuentemente contra el oportunismo y el revisionismo jruschovista, no se puede combatir al imperialismo, no se puede combatir a la reacción, no se puede impulsar la causa de la revolución y el socialismo». (Enver Hoxha; El golpe fascista en Indonesia y las enseñanzas que extraen de el los comunistas, 11 de mayo de 1966)