«La disolución de la Komintern tuvo un papel positivo y fue realizado de conformidad con las necesidades del desarrollo del movimiento obrero en la nueva situación histórica. La disolución de la Komintern puso fin a las calumnias de los enemigos del comunismo y del movimiento obrero, que alegaban que Moscú interfería en los asuntos internos de otros países y que los Partidos Comunistas actuaban bajo órdenes del exterior en contra de los intereses de sus propios pueblos.
Durante los cuatros años que siguieron a la disolución de la Komintern, los Partidos Comunistas han incrementado considerablemente su fuerza e influencia en casi todos los países de Europa y Asia. Así, la influencia de los Partidos Comunistas creció en Europa Oriental, en casi todos los países de Europa donde gobernó el fascismo y en aquellos países que estuvieron bajo la ocupación de los fascistas alemanes –Francia, Bélgica, Holanda, Noruega, Dinamarca, Finlandia, etc.–.
Pero la situación actual de los Partidos Comunistas tiene sus deficiencias. Algunos camaradas entendieron la disolución de la Komintern como la eliminación de todos los vínculos y contactos entre los Partidos Comunistas hermanos. Sin embargo, la experiencia ha demostrado que el aislamiento entre los Partidos Comunistas es equivocado, nocivo y, de hecho, antinatural. El movimiento comunista se desarrolla dentro de marcos nacionales, pero los partidos de todos los países tienen tareas e intereses comunes. Tenemos ante nosotros un curioso estado de cosas: los socialistas, que no se detuvieron ante nada para demostrar que la Komintern dictaba directivas desde Moscú a los comunistas de todos los países, han restaurado su Internacional; mientras que los comunistas todavía se abstienen de reunirse unos con otros, y, menos aún, se consultan entre sí sobre cuestiones de interés mutuo, por temor a las calumnias de sus enemigos en relación con la «mano de Moscú». Los representantes de los más diversos campos de actividad –científicos, cooperativistas, sindicalistas, juventudes, estudiantes– consideran factible mantener contactos internacionales, intercambiar experiencias y celebrar consultas sobre cuestiones relativas a su trabajo, y organizar congresos y conferencias internacionales; mientras que los comunistas, aún los que están unidos como aliados, vacilan en establecer lazos de amistad entre ellos. No hay duda de que si esta situación persiste puede tener graves consecuencias para el desarrollo del trabajo de los partidos hermanos. La necesidad de consulta mutua y coordinación voluntaria de la acción entre los partidos individuales se ha hecho especialmente urgente en la actual coyuntura, en que la persistencia en el aislamiento puede conducir a un debilitamiento del entendimiento mutuo y, a veces, incluso a errores graves.
La ausencia de vínculos, resulta en un aislamiento mutuo, e indudablemente debilita nuestras fuerzas. En particular, cuando hablamos de errores, debemos referirnos a los errores cometidos por los líderes del Partido Comunista Francés (PCF) y el Partido Comunista Italiano (PCI) en conexión con la nueva campaña del imperialismo estadounidense contra la clase obrera. El liderazgo del PCF no ha expuesto y no expone adecuadamente ante las masas del pueblo en su país el plan Marshall-Truman, el plan estadounidense para esclavizar a Europa, y a Francia en particular. La expulsión de los comunistas del gobierno de Ramadier ha sido tratada por el PCF como un evento doméstico, mientras la verdadera razón de la expulsión de los comunistas había sido la demanda de ello de los estadounidenses. Ahora se ha vuelto evidente que la expulsión de los comunistas del gobierno era una condición preliminar para que Francia recibiera créditos estadounidenses. Un crédito estadounidense de 250 millones de dólares fue el módico precio que se pagó para la renuncia de la soberanía nacional de Francia.
¿Cómo reacciono el Partido Comunista Francés ante este acto vergonzoso de los círculos del poder de Francia que vendían la soberanía nacional del país? En vez de mantenerse firme, denunciando tal vergüenza, como una traición al honor patrio y a la intendencia, el papel de los otros partidos, incluido el Partido Socialista Francés, el PCF redujo el asunto a quejas de una violación de la práctica democrática que había teniendo lugar, expresado en la usurpación de los derechos del partido más numeroso en el parlamento francés, mientras que la violación de tradición parlamentaria era, en este caso, simplemente la ocasión y no la causa. Este silencio de las verdaderas razones de por qué los comunistas fueron retirados del gobierno constituye, sin duda, un grave error por parte de la dirección del PCF, y lo fue, ya fuera por su incomprensión de la situación, que es algo difícil de suponer, o bien porque los comunistas franceses se dejaran intimidar por los argumentos sobre los intereses «nacionales» de Francia. Al parecer los comunistas temían ser acusados de constituir un obstáculo para la concesión de los créditos de los Estados Unidos a Francia, y con ello, supuestamente estarían perjudicando los intereses de su país. De esta manera, los comunistas se dejaron chantajear por medio de reclamaciones de que no eran suficientemente «patrióticos», mientras que la única fuerza realmente patriótica en Francia habría sido el PCF, quién tenía que exponer el significado real del crédito estadounidense, que fue condicionado a cambio de una remodelación en la composición de gobierno a través de la eliminación de los comunistas, lo que debilitaba la soberanía misma de Francia. En esta ocasión, el PCF cedió a la presión, a pesar de que sabía que esta presión fue dictada por las fuerzas imperialistas hostiles al pueblo francés. Los comunistas franceses debían haber salido audazmente ante el pueblo, dejando al descubierto el papel del imperialismo estadounidense que había ordenador a Francia que eliminara a los comunistas del gobierno del país y explicarle que esto no era otra «crisis de gobierno», que no era una mera infracción de las tradiciones parlamentarias –aunque también es importante como característica de la crisis de la democracia burguesa–, sino que era un caso de interferencia extranjera en los asuntos franceses, una abrogación de la independencia política de Francia, una traición de la soberanía nacional de los socialistas franceses. Es lamentable que los líderes responsables de los comunistas franceses hayan fracasado hasta ahora en explicar al pueblo francés, y a la opinión pública mundial en su conjunto, la causa subyacente de estos eventos que han tenido lugar en Francia y el vergonzoso papel jugado en este asunto por los socialistas franceses.
Los comunistas franceses acusaron a los socialistas de «deslizamiento hacia la derecha». ¿Pero que «deslizamiento a la derecha» puede haber aquí? ¿Acaso León Blum «ha estado más a la izquierda» alguna vez? Sabemos que Blum nunca ha estado ni más a la derecha ni más a la izquierda, que siempre ha sido, es y seguirá siendo un fiel sirviente de la burguesía, un transmisor de su influencia en el movimiento obrero. Consecuentemente no hay lugar para ese «deslizamiento», y los camaradas franceses no han podido ver con claridad a través de las maniobras de los líderes socialistas.
La sombría experiencia de Francia sirvió de señal para una «crisis de gobierno» en Italia. Al igual que en Francia, el resorte principal para la creación artificial de una «crisis de gobierno», fue la cuestión de los créditos estadounidenses, y la presentación por los círculos imperialistas estadounidenses, como una medida preliminar para ello, la demanda de la eliminación de los comunistas del gobierno.
La prensa italiana de derecha revelo este secreto descaradamente. «Si queremos vivir», escribía el derechista diario italiano Buon Senso, «tenemos que obtener un préstamo de los Estados Unidos». A partir de este periódico se llegó a la conclusión: «La crisis tiene que ser resuelta de manera que nos permita recibir el crédito que necesitamos. Los argumentos son inútiles. Tenemos que entender lo que ha ocurrido en Francia, donde los socialistas rompieron con los comunistas y dejar que estos últimos fuesen expulsados de los puestos ministeriales sin hacer ruido».
El anuncio de De Gasperi de expulsar a los representantes del Partido Comunista Italiano (PCI) del gobierno, despertó a las masas y provocó muchas protestas. Desafortunadamente, sin embargo, esta iniciativa por parte de las masas no fue suficientemente apoyada y no tuvo liderazgo.
La conclusión que debe extraerse, es que en Italia como en Francia, a través de la sobrestimación de las fuerzas de la reacción, los comunistas cayeron víctimas de la intimidación y el chantaje imperialista. Ellos subestimaron sus propias fuerzas, las fuerzas de la democracia, la voluntad de las masas para defender los derechos fundamentales e intereses de sus países.
Esto es tanto más decepcionante en tanto que los partidos franceses e italianos habían demostrado, en condiciones difíciles, sus capacidades para reunir en torno a la bandera comunista a las masas de la clase obrera, los campesinos y la intelectualidad.
En vista de que la mayoría de los líderes de los partidos socialistas –especialmente los laboristas británicos y los socialistas franceses– actúan como agentes de los círculos imperialistas de Estados Unidos, ha recaído sobre los comunistas el papel histórico especial de liderar la resistencia al plan estadounidense de subyugar Europa, desenmascarando valientemente a los cómplices del imperialismo estadounidense en sus propios países. Al mismo tiempo, los comunistas deben apoyar a todos los elementos verdaderamente patriotas que no quieren ver a sus países sometidos y quieren luchar contra la subyugación de sus países al capital extranjero y por la conservación de su soberanía nacional. Los comunistas deben ser los líderes en el reclutamiento de todos los elementos antifascistas y amantes de la libertad, en la lucha contra los nuevos planes expansionistas estadounidenses para la subyugación de Europa.
Debido a que la Unión Soviética está a la cabeza de la resistencia a los nuevos intentos de expansión imperialista, los partidos comunistas hermanos deben proceder de la consideración de que, mientras que fuerzan la situación política en su país, al mismo tiempo bajo su mismo interés está el fortalecer el poder de la Unión Soviética como el principal bastión de la democracia y el socialismo. Esta política de apoyo a la Unión Soviética como principal fuerza por la lucha por una sólida y duradera paz, la lucha por la democracia, tiene que ser perseguido por los partidos comunistas hermanos con honestidad y franqueza. Debe ser enfatizado como firme y como posible que los esfuerzos de los partidos comunistas hermanos para fortalecer a la Unión Soviética, coinciden con los intereses vitales de sus propios países. Es imposible aceptar como correcta la constante destacada por determinados dirigentes de los partidos comunistas hermanos de su «independencia» de Moscú. No es una cuestión de «independencia», porque no ha puesto ni quiere poner a nadie en posición de dependencia. La deliberada enfatización de esta «independencia de Moscú», esta «renuncia a Moscú», significa, esencialmente, servilismo, dar arsenal, para todos aquellos para quién Moscú es el enemigo. Los partidos comunistas no deben tener miedo a proclamar en voz alta que apoyan la política de Moscú como amante de la paz y de la política democrática, ellos no deben temer declarar que la política de la Unión Soviética coincide con los intereses de los pueblos amantes de la paz». (Andréi Zhdánov; Sobre la situación internacional;Informe en la Iº Conferencia de la Kominform, 1947)
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