Joan Comorera acompañados de militares del Ejército Popular de la República |
«El capitalismo monopolista, sin embargo, no es un todo homogéneo, nunca podrá serlo. Es un mosaico de potentes núcleos rivales. En las pausas de una batalla carnicera, llegan a veces, a entendimientos parciales, provisionales, algunos grupos o grupos en oposición a otros, para el repartimiento de ciertos mercados o zonas de influencia. Pero no han conseguido, ni conseguirán, constituir un bloque monolítico mundial. Así cada grupo monopolista no aspira al entendimiento, sino a la aniquilación del grupo contrario, no quiere coparticipar en el dominio del mundo, de sus riquezas, sino aplastar a sus competidores, queriendo devenir como el único explotador, el super-trust mundial. Corroído por las indisolubles contradicciones internas, el capitalismo monopolista se divide en imperialismos mortalmente enemigos, en imperialismos de una total ferocidad que alinean a los pueblos en bandos contrarios, que envenenan la opinión pública de un pueblo contra el otro, que agravan la miserias y la pauperización universales, que agobian la vida de los hombres con armas y ejércitos de agresión, que transforman el Estado en distribuidor de dividendos y en agente policiaco, que imponen a la humanidad la crisis económica permanente, que provocan los choques armados con veces características diferentes a las proyectadas previamente. La inevitable división, la guerra permanente, entre los grupos monopolistas no garantizan la soberanía de las naciones, las cuales se disputan encarnizadamente. Por el contrario, cuanto más violenta es la lucha entre monopolistas, mayor es la esclavitud que deviene a las naciones». (Joan Comorera; La nación en una nueva etapa histórica, 15 de junio de 1944)
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