«La cuestión está planteada así: o un camino, u otro; o marchamos hacia atrás, hacia el capitalismo, o hacia adelante, hacia el socialismo. No hay ni puede haber un tercer camino». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin. En torno a las cuestiones de la política agraria de la URSS, 1929)
Sabréis, sin duda alguna, que a estas alturas todavía circula entre los comunistas la llamada teoría del «equilibrio» de los sectores de nuestra economía nacional. Esta teoría no tiene, naturalmente, nada de común con el marxismo. Sin embargo, la propagan algunos individuos del campo de los desviacionistas de derecha.
Según esa teoría, tenemos ante todo un sector socialista, que forma una especie de compartimiento, y, además, un sector no socialista, capitalista si queréis, que forma otro compartimiento diferente. Ambos compartimientos se deslizan por carriles distintos y avanzan tranquilamente, sin rozarse siquiera. La geometría nos dice que dos líneas paralelas no se encuentran nunca. Pero los autores de esta magnífica teoría entienden que esos sectores paralelos llegarán a reunirse un día, y que el día en que se reúnan advendrá en nuestro país el socialismo. Esa teoría no tiene en cuenta que detrás de tales «compartimientos» están las clases, y que los «compartimientos» en cuestión avanzan en medio de una furiosa lucha de clases, de una lucha a vida o muerte, de una lucha bajo el signo de «quién vencerá a quién».
No es difícil comprender que esa teoría no tiene nada de común con el leninismo. No es difícil comprender que, objetivamente, esa teoría se marca la finalidad de defender las posiciones de la hacienda campesina individual, de proporcionar a los elementos kulaks una «nueva» arma teórica en su lucha contra los koljoses y de desacreditar las posiciones de los koljoses.
Y, sin embargo, esa teoría sigue hasta hoy circulando en nuestra prensa. Y no se puede decir que nuestros teóricos la hayan combatido en serio, ni mucho menos que le hayan asestado golpes demoledores. ¿Cómo se explica esta incongruencia, si no es por el atraso de nuestra teoría?
Bastaría, sin embargo, con sacar del arsenal del marxismo la teoría de la reproducción y contraponerla a esa teoría del equilibrio de los sectores, para que no quedase de esta última piedra sobre piedra. En efecto, la teoría marxista de la reproducción nos enseña que la sociedad moderna no puede desarrollarse sin acumular año tras año, y para poder acumular no hay más camino que la reproducción ampliada de año en año. Esto es claro y comprensible. Nuestra gran industria socialista centralizada se desarrolla según la teoría marxista de la reproducción ampliada, pues su volumen crece todos los años, tiene sus acumulaciones y avanza a «pasos de siete leguas».
Pero nuestra gran industria no es toda la economía nacional. Al contrario: en nuestra economía nacional sigue predominando aún la pequeña hacienda campesina. ¿Se puede afirmar que nuestra pequeña hacienda campesina se rige, en su desarrollo, por el principio de la reproducción ampliada? No, no puede afirmarse. Nuestra pequeña hacienda campesina, lejos de ajustarse, en su conjunto, a la reproducción ampliada de año en año, experimenta lo contrario, pues es muy raro que pueda incluso llegar a la reproducción simple. ¿Se puede impulsar con ritmo acelerado nuestra industria socializada, teniendo una base agrícola como la pequeña hacienda campesina, incapaz de la reproducción ampliada y que, por si fuera poco, es la fuerza predominante de nuestra economía nacional? No, no es posible. ¿Se podría, durante un período más o menos largo, asentar el Poder Soviético y la edificación socialista sobre esas dos bases distintas: sobre la base de la industria socialista, la más grande y concentrada, y sobre la base de la pequeña economía mercantil campesina, la más dispersa y atrasada? No, esto no sería posible. Tarde o temprano conduciría necesariamente a un total derrumbamiento de toda la economía nacional.
¿Dónde está, pues, la solución? La solución está en ampliar las haciendas agrícolas, en hacer la agricultura apta para la acumulación, para la reproducción ampliada, transformando de este modo la base agrícola de la economía nacional.
Pero ¿cómo conseguirlo?
Para ello hay dos caminos. Existe el camino capitalista, que consiste en ampliar mediante su fusión las haciendas agrícolas implantando en ellas el capitalismo, lo cual implica el empobrecimiento del campesino y el desarrollo de empresas capitalistas en la agricultura. Nosotros rechazamos ese método como incompatible con la economía soviética.
Pero hay otro camino, el camino socialista, el cual consiste en organizar en la agricultura los koljoses y sovjoses y que conduce a la agrupación de las pequeñas haciendas campesinas en grandes haciendas colectivas, equipadas con los elementos de la técnica y la ciencia y capaces de seguir progresando, puesto que pueden ejercer la reproducción ampliada.
Por tanto, la cuestión está planteada así: o un camino, u otro; o marchamos hacia atrás, hacia el capitalismo, o hacia adelante, hacia el socialismo. No hay ni puede haber un tercer camino.
La teoría del «equilibrio» es el intento de trazar un tercer camino. Precisamente por eso, porque basa sus cálculos en ese inexistente tercer camino, es una teoría utópica y antimarxista.
Como veis, bastaba contraponer la teoría de Marx sobre la reproducción a la teoría del «equilibrio» de los sectores, para que no quedase de esta última piedra sobre piedra.
¿Por qué no lo hacen nuestros especialistas agrarios marxistas? ¿A quién puede beneficiar que esa ridícula teoría del «equilibrio» siga circulando en nuestra prensa y, en cambio, permanezca archivada la teoría marxista de la reproducción?
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