A partir del rechazo generalizado en el movimiento marxista-leninista del revisionismo titoista, los teóricos de esta rama del revisionismo moderno se sintieron con menos presión para expresar sus concepciones sobre el ejército, la cultura, el Estado, el partido, el frente, etc.
Precisamente una de las curiosidades de este artículo, es que el teórico soviético Pavel Yudin polemiza frente al teórico yugoslavo Edvard Kardelj sobre la democracia popular y su carácter, y más concretamente, sobre el concepto marxista-leninista de la dictadura del proletariado y el papel hegemónico de la clase obrera. Recomendamos especial atención en ese punto.
Pavel Yudin regaña no sin razón, las teorizaciones desviacionistas yugoslavas sobre que la dictadura del proletariado y la violencia revolucionaria no era parte intrínseca de la democracia popular; o sea de los regímenes de los países surgidos después de la Segunda Guerra Mundial que tenían deberes iguales –leyes en el establecimiento de la dictadura del proletariado y la construcción del socialismo inalterables– pero que se aplicaron de diferentes formas a la hora de desenvolverse; hablamos que existían ciertas características específicas como el camino en la toma de poder o la aplicación de las medidas que todos tarde o temprano tenían que implantar que se diferenciaban –inclusive entre ellos– respecto a la experiencia soviética en cuanto al ritmo, ya que no existía la misma resistencia por parte de las clases explotadoras, la misma influencia del partido comunista en las masas –incluso en la clase obrera–, o las condiciones socio-económicas en cada país. Esto ya lo señalamos al comentar por ejemplo, el desarrollo de la democracia popular en Polonia, comparándola con la experiencia soviética o albanesa, analizando la toma de poder proletario del partido comunista en Polonia:
«Por ejemplo al implantarse la hegemonía política ya vemos una diferencia palpable si lo comparamos con la revolución albanesa, ya que en Polonia existían varios partidos burgueses y pequeño burgueses con mayor influencia en algunos aspectos que el Partido obrero Polaco al término de la guerra, a diferencia del Partido Comunista de Albania que gracias en parte a su gran labor de unión con las masas, tuvo un sendero más directo y fácil al haber eliminado a los pocos y traicioneros partidos burgueses que quisieron emergen, contando en la posguerra con una reacción mucho más desorganizada». (Intro de Bitácora de un Nicaragüense del post: Los «demonios» fuera de control; el ascenso de Gomulka al poder, 2013)
Para que se entienda mejor, los marxista-leninistas de entonces entendían de esta forma esto que decimos; la evaluación de las características nacionales específicas sin caer en el oportunismo nacionalista y desviacionista en cuanto a aplicar el marxismo-leninismo y sus leyes sobre la construcción del socialismo:
«Como se ha señalado, dicha tendencia a pasar por alto o a aminorar el camino polaco hacia el socialismo pretende trafican con la verdad, que es la siguiente; a pesar de ciertas características específicas, nuestro proceso no es algo cualitativamente diferente de la trayectoria general de desarrollo hacia el socialismo, el cual sólo difiere en la forma de la trayectoria general de desarrollo, una diferencia que de por sí surge precisamente por la victoria previa del socialismo en la Unión Soviética, una diferencia que se puede basar en la experiencia previa de la construcción socialista en la Unión Soviética, teniendo en cuenta las posibilidades que ofrece el nuevo período histórico y de las condiciones específicas de la evolución histórica de Polonia». (Bolesław Bierut, Para lograr la completa eliminación de las desviaciones derechistas y nacionalistas: discurso en el Pleno del Comité Central del Partido Obrero Polaco de septiembre, 1948)
Otro ejemplo lo tenemos en las aclaraciones de Georgi Dimitrov a estas concepciones titoistas en su partido:
«Algunos camaradas que en la discusión mencionaron el problema de la democracia popular, pusieron o estaban inclinados a poner el acento ante todo sobre las diferencias entre el régimen de democracia popular y el régimen soviético, cosa que puede llevar a conclusiones injustas y nocivas. De acuerdo con el planteamiento marxista-leninista el régimen soviético y el de democracia popular son dos formas de un mismo poder: el de la clase obrera en alianza y al frente de los trabajadores de la cuidad y campo. Se trata de dos formas de la dictadura del proletariado. La forma específica de la transición del capitalismo al socialismo en nuestro país no deroga ni puede derogar las leyes naturales, fundamentales, del período de transición del capitalismo al socialismo, comunes para todos los países. El paso al socialismo no puede efectuarse sin la dictadura del proletariado contra los elementos capitalistas y sin la organización de la economía socialista». (Georgi Dimitrov, Informe al Vº Congreso del Partido Obrero (comunista) Búlgaro, 1948)
Aprovechando estas diferencias históricas más que normales, ya que no hay dos experiencias calcadas, los revisionistas yugoslavos revisaron la teoría del marxismo-leninismo; tomaban al campesinado pequeñoburgués por su elevado número –como hacían los socialrevolucionarios en Rusia– como clase hegemónica del proceso, diluían al partido, su papel y funciones en el frente para no asustar a las clases explotadoras –como pretendieron en más de una ocasión los mencheviques–, sus relaciones con los países imperialistas se ponían bajo el mismo nivel que sus relaciones con la Unión Soviética y los países de democracia popular bajo la excusa de «conservar la vieja alianza antifascista» y las «nuevas condiciones creadas tras la Segunda Guerra Mundial» –tomando prestadas teorías de Mao y Browder–, lo que acabaría por poner la economía yugoslava a merced de los monopolios de los países capitalistas. Se intentaba crear la noción que el hecho de dirigir un ejército –sobre todo en lucha contra el imperialismo extranjero– te convierte automaticamente en dominador de la teoría marxista, y en un acto que te daba crédito para el futuro. Y sobre todo, se aminoraba la lucha de clases queriendo presentar un «tránsito pacífico» al socialismo sin tocar las bases económicas e ideológicas del capitalismo –algo ya visto en Kautsky, Bernstein o Bujarin–.
Todo esto y mucho más, era algo ya comentado hacía tiempo por la Kominform, como mostraba su resolución del 28 de junio de 1948 donde se condenaron los puntos de vista desviacionistas de la dirección del Partido Comunista de Yugoslavia.
El documento:
Pavel Yudin, Los enemigos del marxismo –artículo publicado en el nº 12 del órgano de la Kominform; «Por una paz duradera, por una democracia popular»–, 1949
Dentro de la camarilla titoista de nacionalistas burgueses, Edvard Kardelj es reputado como un teórico patentado.
El 28 de mayo del presente año, Edvard Kardelj pronunció en la Asamblea nacional yugoslava un discurso sobre los comités populares en Yugoslavia.
Lo primero que salta a la vista es la fanfarronería pequeñoburguesa con la que declaró que ellos, es decir, Kardelj, Tito y sus adláteres, no se han equivocado jamás en su apreciación sobre el carácter de la democracia popular, que han sido los primeros en hacer un análisis marxista de los nuevos fenómenos del desarrollo del régimen de democracia popular, etc., etc. Acusando falsamente, al modo trotskista, al Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética y a los otros partidos comunistas, de confusión política e ideológica, Edvard Kardelj dijo:
«En nuestro país, en la literatura y en la política de nuestro partido, no encontraréis en ninguna parte semejantes teorías y fenómenos». (1) (Edvard Kardelj, Discurso pronunciado en la Asamblea Nacional durante el 28 de mayo de 1949)
Nadie ha pensado nunca en considerar a Tito, Kardelj, Rankovitch, Djilas como marxistas. Ningún mérito suyo en marxismo aparece en la historia del movimiento comunista internacional ni en la historia del movimiento comunista de Yugoslavia.
La banda titiosta que pretende tan ardientemente que su papel internacional ha consistido en: «desarrollar el marxismo», exclama; corrientemente, adjudicándose con desvergüenza los méritos del pueblo yugoslavo: ¡hemos organizado el movimiento guerrillero en Yugoslavia, hemos librado una guerra de liberación nacional y somos, por consiguiente marxistas! Pero nadie se atrevería a afirmar seriamente que un jefe de destacamento guerrillero es marxista por el mero hecho de que es comandante de guerrilleros. La camarilla titoista en su conjunto, no tiene muchas más razones que el aludido jefe de destacamento guerrillero para invocar el título de teóricos del marxismo.
¿Quién puede considerar seriamente como marxista a Tito que decía que el programa del frente popular es también el programa del Partido Comunista de Yugoslavia? De esta afirmación se deduce que el frente popular, cuya composición social es tan diversa y comprende incluso kulaks y especuladores, dicta el programa al Partido Comunista de Yugoslavia. Edvard Kardelj se vanagloria de que los titoistas no han caído nunca en la confusión teórica en la apreciación de la democracia popular. Pues bien, he aquí lo que decía Tito en Zagreb en 1946 a propósito de la naturaleza de la democracia popular:
«Decimos a los campesinos que son la base más sólida de nuestro Estado, no porque queramos ganar sus votos, sino porque lo son de hecho». (2) (Tito, Discurso pronunciado en Zagreb, 1946)
Todo eso es pura charlatanería socialista-revolucionaria, kulak, que excluye al proletariado en general como fuerza principal, dirigente, del régimen de democracia popular. En 1947, Milovan Đilas pretendía demostrar que:
«Es absolutamente erróneo e insensato convocar reuniones sindicales a parte de las reuniones del frente popular. Es preciso reunirlos de una sola vez porque el sindicato se encuentra también en el frente popular». (3) (Milovan Đilas discurso pronunciado en 1947)
Milovan Đilas rebaja de tal modo el papel de la clase obrera que encuentra inaceptables las reuniones separadas de obreros sindicados y que envía a éstos a las reuniones del frente popular donde se encuentran diseminados en la masa general de la población inscrita en el frente popular, masa que comprende incluso a kulaks y especuladores. En 1948, Moša Pijade, teórico en quiebra, afirmaba en el periódico «Borba» que en Yugoslavia los sindicatos, es decir la clase obrera, no habían desempeñado ningún papel en la lucha liberadora y que era esa la razón por la cual no constituían la fuerza principal en el sistema del régimen estatal de Yugoslavia.
Edvard Kardelj, en su discurso de la Asamblea nacional, generaliza la negación del papel dirigente de la clase obrera en los Estados de democracia popular y dice que:
«Para la dictadura de la clase obrera no es la violencia lo esencial como lo creen los pequeños burgueses». (4) (Edvard Kardelj, Discurso pronunciado en la Asamblea nacional durante el 28 de mayo de 1949)
Por consiguiente, según Kardelj, solamente los pequeños burgueses piensan que la violencia es la característica esencial de la dictadura, del proletariado; según Kardelj la violencia no es obligada para la dictadura del proletariado. Así pues, ¡dictadura del proletariado sin violencia contra la burguesía! nuestro Edvard Kardelj, el nacionalista burgués, se desenmascara. Y todo eso lo presentan los oscurantistas de la camarilla de Tito como el «desarrollo del marxismo en las condiciones yugoslavas».
Lenin hablaba de un señor del tipo de Kardelj cuando escribía:
«En su definición de la dictadura, Kautsky se ha esforzado por ocultar al lector la principal característica de ésta noción, a saber, la violencia revolucionaria». (5) (Lenin, La revolución proletaria y el renegado Kautsky, 1918)