lunes, 20 de mayo de 2024

¿Por qué la inexplicable moda por el filósofo Évald Iliénkov?; Equipo de Bitácora (M-L), 2024

«No cabe duda de que la figura de Évald Iliénkov (1924-1979) se ha convertido en el fetiche recurrente de varios individuos y grupos presuntamente «marxistas». Esto se puede ver, por ejemplo, en colectivos ideológicamente eclécticos como Ediciones Edithor o la Editorial Dos Cuadrados −que lo mismo rescata a Robinson Rojas, Bettelheim, Kámenev, Preobrazhenski, Trotski, Bujarin o Karel Kosík, ¿alguien da más?−. Pero, ¿quién era el señor Iliénkov? ¿Qué supuestos aportes realizó en el campo filosófico como para que las presuntas «editoriales revolucionarias» promocionen sus obras por delante de las de otros «marxistas ortodoxos»? ¿Tiene sentido considerar a Iliénkov como filósofo «outsider» de la línea del revisionismo soviético, e incluso como un disidente del régimen de Jruschov y Brézhnev, como insinuaron discípulos suyos como Mareev?

Para desvelar el misterio, nos valdremos de varias fuentes: en primer lugar, por supuesto, los escritos del propio Évald Iliénkov; en segundo lugar, las actas, textos de archivo y comentarios sobre su polémica en la compilación de Elena Illesh «Pasión por las tesis sobre filosofía 1954-1955» (2016); en tercer lugar, el libro del simpatizante de Iliénkov, David Bakhurst, titulado «Conciencia y revolución en la filosofía soviética. De los bolcheviques a Évald Iliénkov» (1991); en cuarto lugar, al artículo de A. Casta «Contra el materialismo vulgar» (2023), divulgador de las tesis de Iliénkov; y, en último lugar, en el intercambio epistolar que mantuvo con nosotros en mayo de 2022 un asiduo lector de Bitácora (M-L), también admirador del filósofo soviético.

La obra de este pensador, como la de tantos otros, no suele conocerse bien −o peor, se condiciona su estudio− por la publicidad de terceros. Ello suele tener como consecuencia que: a) o bien se termine reproduciendo las críticas −imperfectas o inexactas− de sus detractores y se evalúe injustamente el desempeño del autor en cuestión; b) o bien se acabe incurriendo en una sobrevaloración −e incluso endiosamiento− de la figura, todo, en base a unos méritos que no solo no han sido comprobados, sino que son creídos por una fe ciega en lo que afirman sus admiradores. Nosotros, como en otras ocasiones, al ser falibles también podremos incurrir en tales defectos, pero cualquier crítica, la cual es bienvenida, deberá diferir de una crítica erística y basada en argumentos sentimentales, algo que jamás hemos aceptado y aquí no será la excepción.

Nuestro objetivo no es, ni mucho menos, analizar en profundidad todos los entresijos de la obra de Iliénkov, ni siquiera todos los pormenores de la polémica de 1954-55, lo cual sería un ejercicio tan soporífero como estéril, sino que la tarea es otra mucho más pragmática y fructífera: recoger el origen de los defectos típicos de su obra inicial y demostrar su conexión con sus producciones posteriores. En suma, criticar los defectos típicos de este tipo de filósofos soviéticos de los años 60 y desmontar el aura que se ha creado en torno a Iliénkov como pensador «innovador» y «combativo», demostrando que las supuestas aportaciones de este filósofo, no esclarecen, sino que contribuyen a perpetuar la confusión sobre los principios de nuestra filosofía. 

Evidentemente, que varias de las teorías de Iliénkov y sus discípulos se realicen en aparente o paralela crítica al «materialismo vulgar» y el «biologicismo», contra el «neokantismo» y el «neopositivismo»; o contra el «tecnocratismo» y el «cientificismo», nos es indiferente, ya que su resultado sigue siendo errado, por mucho que aseguren que sus armas apuntan contra «X» o «Y». Este tipo de discursos son peligrosos especialmente cuando se lanzan comenzando con una aceptación de las tesis marxista-leninistas que, a continuación, casualmente son «corregidas» y «mejoradas» trayendo trastos viejos ya refutados por la ciencia.

Esta vez, los subcapítulos constarán del siguiente listado: 

a) ¿Cuál es el objeto de estudio de la filosofía marxista-leninista?; 

b) Las categorías lógicas a debate; 

c); Los defectos del «Círculo de Iliénkov-Koróvikov»: «metodologicismo», «anticientificismo» y otras cuestiones; 

d) ¿Por qué los implicados se esforzaron tanto en reescribir la historia?;

e) La cuestión de los «ideales» y los «aportes» de Iliénkov; 

f) ¿Existen diferencias entre los «fenómenos materiales» y los «fenómenos ideales»?; 

g) ¿Es correcto hablar de «identidad» entre «ser» y «pensamiento»?

h) ¿Se puede afirmar en serio que Iliénkov era la esperanza para el verdadero «marxismo-leninismo»?

miércoles, 15 de mayo de 2024

Kautsky resumiendo el auge y decadencia del poder del papado

A continuación, ofrecemos al lector un extracto de la obra de Karl Kautsky «Tomás Moro y su utopía», (1888), en la que se dan unos apuntes precisos sobre las circunstancias que impulsaron a la Iglesia romana y al papado tras la caída del Imperio romano de Occidente, así como de aquellas que llevaron a su posterior pérdida de influencia en la Edad Moderna. El capítulo se divide en los siguientes subapartados: a) La Iglesia en la Edad Media: su necesidad y poder, b) La base del poder del papado c) El derrocamiento del poder papal.

La Iglesia en la Edad Media: su necesidad y poder

«Los antagonismos de clase indicados en el capítulo anterior asumieron las más diversas formas en el curso de su desarrollo, cambiando según el tiempo y el lugar, y sus elementos combinados según las influencias externas, las tradiciones históricas y los intereses del momento, de la forma más variada. Pero por confusa que pueda parecer la historia de los siglos XV y XVI, un hilo escarlata la atraviesa y marca esa época: la lucha contra la Iglesia Papal. No debe confundirse la Iglesia con la religión, de la que nos ocuparemos más adelante. La Iglesia había sido el poder predominante en la época feudal y su destino estaba ligado al del feudalismo.

Cuando los teutones invadieron el Imperio romano, se enfrentaron a la Iglesia como heredera de los Césares, como organización que mantenía unido al Estado, como representante del modo de producción de la época agonizante. Por reducido que fuera este Estado y por regresivo que fuera el modo de producción, ambos eran muy superiores a las condiciones políticas y económicas de los bárbaros teutones. Los teutones eran superiores moral y físicamente a la decadente Roma, que, sin embargo, los sedujo por su prosperidad y sus tesoros.

El saqueo no es un modo de producción. El mero saqueo a los romanos no podía satisfacer permanentemente a los teutones; por eso comenzaron a producir a la manera de los romanos. En la medida en que lo hicieron, cayeron imperceptiblemente en dependencia de la Iglesia, que era su maestra, y cuando se hizo necesaria una organización política correspondiente a este modo de producción, sólo la Iglesia podía proporcionarla.

La Iglesia enseñó a los teutones métodos agrícolas mejorados: los monasterios fueron instituciones agrícolas modelo hasta finales de la Edad Media. También eran los sacerdotes quienes enseñaban a los teutones las artes y la artesanía. No sólo los campesinos prosperaron bajo la protección de la Iglesia, sino que la Iglesia también protegió a la mayoría de las ciudades hasta que éstas fueron lo suficientemente fuertes para protegerse a sí mismas, y fomentó el comercio.

Los grandes mercados se celebraban principalmente en las iglesias o cerca de ellas. La Iglesia buscó por todos los medios atraer compradores a esos mercados. También fue la única potencia que en la Edad Media se ocupaba del mantenimiento de las grandes rutas comerciales y facilitaba los viajes gracias a la hospitalidad de los monasterios. Muchos de estos últimos, como los hospicios de los pasos alpinos, se dedicaban casi exclusivamente a promover las relaciones comerciales. La Iglesia consideraba que las relaciones comerciales eran tan importantes que, para facilitarlas, se alió con influencias que representaban la cultura del último Imperio romano en los Estados teutónicos: el judaísmo, que los Papas protegieron durante mucho tiempo. Si bien los alemanes siguieron siendo teutones poco sofisticados, los judíos fueron recibidos cordialmente como mensajeros de una civilización superior. Los comerciantes cristianos teutónicos no se convirtieron en hostigadores de judíos hasta que entendieron el comercio ambulante tan bien como los judíos.

Es bien sabido que todo el conocimiento de la Edad Media se encontraba en la Iglesia, que ella proporcionó constructores, ingenieros, médicos, historiadores y diplomáticos. Toda la vida material de la humanidad, así como su vida mental, fue un flujo de la Iglesia: no es de extrañar que ella capturara a toda la humanidad y determinara cómo los hombres debían pensar y sentir. No sólo el nacimiento, el matrimonio y la muerte le dieron ocasión de intervenir, sino que también el trabajo y las fiestas estaban regulados y controlados por ella.

Además, el desarrollo económico hizo que la Iglesia fuera necesaria no sólo para el individuo y la familia, sino también para el Estado. Ya hemos señalado que cuando los teutones pasaron a un modo de producción superior, a una agricultura desarrollada y a una artesanía urbana, se hizo necesario un nuevo sistema político. Pero la transición a un nuevo modo de producción avanzó demasiado rápido, especialmente en los países romances, Italia, Hispania y la Galia, donde ya estaba arraigada en la población nativa, para permitir a los teutones formar el nuevo órgano político a partir de su primitiva constitución. Las funciones políticas recayeron casi por completo en la Iglesia, que se había convertido en una organización política a finales del Imperio Romano.