viernes, 23 de agosto de 2024

Retos, disputas y carencias en la filosofía soviética; Equipo de Bitácora (M-L), 2024

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«En realidad, y volviendo a las tesis de Iliénkov, cualquier investigador que se precie debe recurrir a la «enumeración de ejemplos» para demostrar la validez de la teoría mencionada. Al mismo tiempo, entre sus tareas está el saber buscar otros ejemplos en la vida cotidiana, hallar la «excepcionalidad a la regla» o reportar nuevas evidencias que aporten más «ejemplos» −o que directamente echen abajo toda la teoría tal y como se había concebido−. Si bien es ridículo tachar −en cualquier momento y lugar− a toda producción filosófica externa a la URSS de «ideología burguesa», «decadente» e «inservible», no menos patético es reducir toda la filosofía soviética −incluso en época de dominio abiertamente revisionista− como igual a cero. No hay que olvidar, además, que gran parte de los autores de una época son los mismos que estuvieron en otra época −como más adelante cotejaremos−, y que, por tanto, para disimular su extremo oportunismo simplemente tuvieron que recuperar, matizar o reciclar sus obras para aparentar que seguían siendo «fieles seguidores del marxismo-leninismo». (...) El pensamiento de Iliénkov, lejos de lo que presentan algunos de sus admiradores, no fue totalmente incompatible con la línea oficialista de la URSS de Jruschov-Brézhnev. Los matices y sutilezas que pudiera mantener con otros filósofos de la época, como Kopnin, no demuestran un antagonismo frente a la línea oficialista −de la cual, por otro lado, también formó parte−, sino que resulta una particularidad totalmente normal entre individuos que forman un colectivo. Pensar lo contrario, en cualquier época, implicaría aceptar indirectamente teorías rocambolescas como que, por ejemplo, debido a las disputas, censuras o represiones no puede hablarse de filosofía stalinista como tal, ya que los principales representantes de la época, como Aleksándrov, Yudin, Rosental, Konstantinov y Cía. fueron −en algún momento− criticados, saboteados o degradados. Sin embargo, un ejemplo que desmonta esto y, por el contrario, demuestra la capacidad de adaptación −oportunismo− por parte de estos personajes, lo tenemos en el hecho paradójico de que la mayor parte de filósofos que habían ocupado puestos clave durante el «periodo stalinista» fueron los mismos que llevaron a cabo dicha «desestalinización». (Equipo de Bitácora (M-L); Retos, disputas y carencias en la filosofía soviética, 2024)


Preámbulo

El siguiente documento es una recopilación de tres capítulos dedicados a la filosofía soviética de las primeras décadas, para ser más exactos desde 1917 hasta 1955. En dicha compilación se abordarán temáticas muy variadas; desde episodios comúnmente estudiados dentro de la sovietología −como el debate sobre ciencia y filosofía entre «dialécticos» y «mecanicistas» de los años 20−; cuestiones menos investigadas en castellano −como las dificultades en la creación y mantenimiento de la revista «Cuestiones de filosofía» en 1947−, más otras que siguen siendo polémicas aún hoy, como el debate sobre la originalidad de la filosofía rusa. Y todo ello, sin olvidar pronunciarnos sobre las tendencias de moda −como el embelesamiento por la figura de Iliénkov y su noción de los «ideales» o la vieja cuestión de si es correcto separar lo «material» de lo «espiritual»−.

Entiéndase, pues, que el objetivo no es otro que corroborar, matizar o desmitificar ciertas problemáticas y paradigmas que, como es costumbre, se han venido realizando desde puntos de vista simplificados, mediocres, cuando no directamente manipulados. Debido a que las materias a tratar son tan amplias y variopintas, aconsejamos al lector que, al igual que en otros documentos del estilo, revise primero el índice para decidir qué cuestiones pueden resultar más llamativas y necesarias a la hora de aclarar sus dudas y atender a sus intereses.

El lector se preguntará por qué hemos detenido nuestro análisis en dicha fecha previa al XXº Congreso del PCUS (1956). Esto es fácil de responder. En primer lugar, porque pensamos que era necesario poner en su sitio ciertos debates, teorías y conclusiones sobre la filosofía soviética de los primeros años. En segundo lugar, si bien esperamos que en un futuro cercano podamos examinar detenidamente los desarrollos de la filosofía bajo dirección de jruschovistas y brezhnevistas, en honor a la verdad, sobre esto no hay tanto que desbrozar dado que no existen tantas incógnitas. Nos explicamos. Si bien los marxista-leninistas albaneses no se detuvieron en analizar en profundidad la época leninista y stalinista en la filosofía soviética −y mucho menos para encontrar defectos en este periodo y oponerse públicamente a dichos fenómenos−, en cambio estos si realizaron una larga y fecunda labor a la hora de exponer el contenido antimarxista de la filosofía revisionista soviética de los años 60, 70 y 80. 

En cualquier caso, este documento de índole filosófica sobre la experiencia soviética ha de leerse en conexión con el resto de valoraciones críticas que ya hemos expresado o están en camino sobre aspectos como cuestión nacional, militar, lingüística, económica, política exterior, etcétera. De otro modo, el lector corre el riesgo de perder de vista el resto de fenómenos que acompañan e incluso condicionan a las disputas ideológicas como las que precisamente ocurren en el campo filosófico bajo diversos disfraces y pretextos.

Notas 

[1] Lectura y descarga del PDF [AQUÍ] en Scrib o [AQUÍ] en Mega.

[2] Para consultar todos los documentos en PDF editados por el Equipo de Bitácora (M-L) pinche [AQUÍ].

lunes, 12 de agosto de 2024

Paul Lafargue; «El dinero» de Zola, 1891

La siguiente es una recopilación de escritos sobre la tendencia literaria del naturalismo analizados desde una óptica marxista: 

1) Paul Lafargue; «El dinero» de Zola, 1891; 

2) Plejánov; «Arte y vida social», 1913;

3) Lina Blumfeld; El naturalismo, 1934; 

4) Alfred Uçi; Laberintos del modernismo: crítica de la estética modernista, 1978.

Esta resulta especialmente interesante en tanto que el naturalismo se fraguó a nivel artístico presentándose con gran afán de originalidad, en teoría, basándose en nuevos descubrimientos científicos. Sin embargo, acabó incurriendo en los mismos vicios y limitaciones que sus predecesores: a) el lenguaje lejos de ser una herramienta para reflejar la realidad y vislumbrar una nueva, se usó para crear nuevos estilos y juegos lingüísticos; b) a falta de un conocimiento sólido del material de estudio, se contentó por plasmar lo aparente e intentó impresionar al lector con un descriptivismo de los paisajes y personajes que resulta tan increíble como insulso; b) popularizó el embelesamiento de lo horripilante, patológico y anecdótico que tanto gustó a los románticos, decadentes, morbosos y espíritus lastimeros en general; c) para intentar explicar las pasiones nobles o cuestionables de sus personajes cayó preso de un fatalismo del ambiente o hereditario; d) en suma, equiparó lo social y lo biológico a través de un fisiologismo y un materialismo mecanicista tan propio del positivismo y el darwinismo social.

Lo que debe la novela a Émile Zola

«Una manía encantadora e inocente corre rampante en el clan de los escritores parisinos: cada uno de ellos se considera creador de un nuevo género literario, uno en el terreno del lirismo, el otro en el de la novela; todo el mundo tiene derecho a ser director de escuela; cada uno es considerado a sus propios ojos tan original que él mismo se sitúa en las antípodas de todos sus honorables colegas. Sin embargo, a estos señores les une estrechamente el desprecio con el que honran recíprocamente las obras de genio de los demás y el miedo a que se ponga en duda su pretensión de originalidad. Cuando se dirigen entre sí, no dejan de referirse unos a otros como «maestros», con la mayor cortesía y la mayor seriedad. Los hermanos Goncourt, tan hábiles en el arte de la escritura aburrida, creen que la Academia oficial es demasiado pequeña para contener a todos los genios en busca del espíritu que vagan por las calles, y fundaron junto al «Teatro libre» de Monsieur Antoine, y a su imagen, una fábrica libre de «inmortales». ¡Le dotaron de una suma que, por cierto, sólo debe pagarse después de su muerte!

Para ganarse los laureles con los que ellos mismos coronan sus cabezas −los mejores elogios son los que se dirigen a uno mismo−, letristas y novelistas no se han cargado con un incómodo bagaje de pensamientos y reflexiones originales, ni siquiera se han molestado en crear una nueva forma literaria. El público en general, cuyos aplausos y dinero en efectivo codiciaban estos caballeros, no debería desconcertarse ni sorprenderse por la originalidad: se contentaba con cultivar las formas utilizadas y vestidas por sus predecesores. La historia verá en la absoluta falta de imaginación la característica más destacable de los «líderes» de las diferentes «escuelas» contemporáneas. Todos sus esfuerzos y sus aspiraciones se limitaban a quitar del verso y de la novela −en cuanto al drama habían sido expulsados de los teatros a silbatos por el público− el entusiasmo juvenil y la fantasía desbordante que hacían el encanto del romanticismo de 1830: en su lugar, ofrecieron muestras de sus pacientes y esfuerzos dolorosos. Nos dieron una literatura de magistrados aburridos y sucios.