viernes, 29 de mayo de 2020
Los bandazos del PCE (m-l) sobre la cuestión nacional; Equipo de Bitácora (M-L), 2020
jueves, 28 de mayo de 2020
Informe de Iván Kovalev a Stalin [Sobre China], 24 de diciembre de 1949
«Al Camarada I.V. Stalin.
Informándole sobre algunas cuestiones de política y práctica del Comité Central (CC) del Partido Comunista de China (PCCh).
1. Algunos datos sobre la situación económica del país.
Aconsejó a los camaradas chinos que «Prestasen especial atención a la restauración y desarrollo de la industria nacional, incluyendo la industria que se encuentra en manos de la burguesía nacional».
Se debería apuntar que, a este respecto, no se han obtenido resultados sustanciales, exceptuando Manchuria, y el país está atravesando grandes dificultades económicas.
El volumen de producción en las principales ramas de la industria aún está muy por detrás del nivel alcanzado en los años de producción máxima. Así, por ejemplo, la producción de carbón en 1949 ascenderá a solo 33.5 millones de toneladas contra 58.7 millones de toneladas en el año de producción máxima (1942) o el 57%.
En las plantas metalúrgicas de Manchuria, que constituyen la base metalúrgica principal de China, la producción de arrabio no superará las 150-170 mil toneladas o no más del 7% de la capacidad de la planta al nivel de producción máximo (1942) y de la producción acero 120-150 mil toneladas en consecuencia, o no más del 11% de la capacidad de la máquina de fabricación de acero.
La producción de energía eléctrica en las estaciones de electricidad de Manchuria, cuya relación a la capacidad determinada de China es superior al 50%, en 1949 no superará los 1400 millones de kilovatios / hora, o el 31% de la producción máxima de energía eléctrica en 1944.
La situación en otras ramas de la industria no es mejor.
Los ministerios industriales de nueva creación aún no han tomado en sus manos la administración de las empresas estatales, no conocen las capacidades de las plantas, el carácter y el volumen de los productos que fabrican, no han averiguado [el paradero de los] equipos no utilizados, ubicados en los puertos y almacenes y la numeración de varios miles de máquinas –ciudades de Shanghai, Canton, Hankou, etc.–, y no han tomado ninguna medida para establecer el control estatal sobre el trabajo de las empresas capitalistas privadas.
En la agricultura, en 1949, el 40% de la cosecha se destruyó como consecuencia de la sequía y las inundaciones, lo que crea grandes dificultades alimentarias con respecto a la provisión de alimentos para la población, especialmente en las ciudades, y que reduce considerablemente las posibilidades de exportación.
Una mejor situación se materializó con el transporte ferroviario, donde en 1949 se restauraron unos 2.650 km de vías y 1.355 puentes de 13.550 metros, lo que permitió proveer al movimiento de trenes en las carreteras del norte, centro y sur de China, a lo largo del Longitud de 9.700 km, para restaurar el movimiento en las líneas de avance más importantes del Ejército Popular de Liberación, así como para conectar las regiones del norte de China con el centro y el sur de China.
Los comercios al por mayor y al por menor, a excepción de Manchuria, se encuentran casi totalmente en las manos del comerciante privado, repeliendo la capacidad del Estado para ejercer cualquier tipo de influencia sobre la condición del mercado y sobre los precios del mercado, conduciendo a grandes dificultades para abastecer a la población de ciertos bienes, en especial cereales, y creando condiciones favorables para la especulación.
lunes, 25 de mayo de 2020
La evolución del PCE sobre la cuestión nacional (1921-1954); Equipo de Bitácora (M-L), 2020
domingo, 24 de mayo de 2020
El marxista-leninista debe expresar su opinión no en base a opiniones sentimentales, sino en base a un análisis científico
sábado, 23 de mayo de 2020
Para comprender el surgimiento del movimiento nacional catalán hay que conocer la historia de España; Equipo de Bitácora (M-L), 2020
«Los nacionalistas españoles niegan las características intrínsecas de Cataluña: desprecian su cultura y sus costumbres, desconocen la antigüedad de su idioma y las pruebas antiquísimas de sus primeros escritos formales del siglo XI, negando su época de auge y esplendor en el siglo XV, y su renacimiento en el siglo XIX, atreviéndose a calificarlo algunos como un «dialecto vulgar y exagerado» del castellano; desconocen las claras diferencias histórico-económicas de Cataluña respecto al desarrollo de Castilla en la conformación de la propiedad de la tierra, las sucesivas luchas campesinas que crearon una Cataluña casi libre del latifundio con un mar de pequeños propietarios, algo que contrasta con zonas del resto de España con grandes extensiones de latifundio y terratenientes como Extremadura o Andalucía; y niegan su zona territorial histórica la cual gran parte ha sido usada como moneda de cambio para pagar a los países extranjeros como fue el caso del Rosellón o han sido integradas en Aragón y Valencia sin tener en cuenta la opinión de la población.
viernes, 22 de mayo de 2020
El obrero no es más auténtico por su incultura ni puede estar nunca orgulloso de ello; el socialismo requiere de formación
martes, 19 de mayo de 2020
Los conceptos de nación de los nacionalismos vs el marxismo; Equipo de Bitácora (M-L), 2020
lunes, 18 de mayo de 2020
Los méritos del pasado no pueden evitar el castigar los errores presentes
sábado, 16 de mayo de 2020
Lo que algunos olvidan de Julio Anguita...
Pablo Iglesias y Julio Anguita, alumno y mentor |
No cabe duda que Podemos ha venido a ser también la nueva apuesta del revisionismo que estaba en el ostracismo por voluntad o por obligación, ha sido una oportunidad no solo para el trotskismo marginal, sino también para personajes defenestrados.
Este es el caso de Julio Anguita, ex Secretario General del Partido Comunista de España (PCE) y líder de Izquierda Unida (IU) hasta 1998. ¿Y quién era este señor?
Aquí lo importante es comprende que Anguita jamás vio nada incompatible entre el carrillismo y el leninismo:
«Julio Anguita: Yo leí «Eurocomunismo y Estado» [De Carrillo, publicada en 1977] y entonces no noté allí nada que tuviese entidad propia. A mí el partido me había enseñado que el socialismo es libertad, que luchábamos por la democracia, de modo que «Eurocomunismo y Estado» no venía a contarme nada nuevo». (Juan Andrade Blanco; Atraco a la memoria: Recorrido histórico por la vida de Julio Anguita, 2015)
viernes, 15 de mayo de 2020
La coexistencia pacífica no significa vender los principios ideológicos
Anotaciones de Bitácora (M-L):
Este artículo parece ser que salió como respuesta a los intentos de algunos elementos de reconciliar al PTA con distintos revisionismos como el rumano. Véase: «El PCE (m-l) y la cuestión albanesa» de 2020
domingo, 10 de mayo de 2020
El PSOE y sus diferentes posturas sobre la cuestión nacional en España; Equipo de Bitácora (M-L), 2020
viernes, 8 de mayo de 2020
¿Cuáles son los rasgos característicos de la lengua?
martes, 5 de mayo de 2020
Conatos en el PCE (m-l) de indiferencia en la posición sobre la cultura y la necesidad de imprimirle un sello de clase; Equipo de Bitácora (M-L), 2020
La relación entre la intelectualidad y el proletariado, la definió genialmente un Kautsky todavía revolucionario:
«En el momento actual presenta de nuevo un vivo interés para nosotros el problema del antagonismo entre los intelectuales y el proletariado. Mis colegas se indignarán en muchos casos al ver que yo reconozco este antagonismo. Pero es que existe de hecho, y la táctica más absurda –tanto aquí, como en otros casos– sería intentar deshacerse de él negando un hecho. Este antagonismo es un antagonismo social, que se manifiesta en las clases, y no en individuos aislados. Lo mismo que un capitalista, un intelectual puede, individualmente, incorporarse de lleno a la lucha de clase del proletariado. Cuando esto sucede, el intelectual cambia asimismo de carácter. En lo que sigue no trataré, principalmente, de este tipo de intelectuales, que siguen constituyendo aún excepciones en su clase. En lo que sigue, cuando no hay una advertencia especial en contra, no entiendo por intelectual sino al intelectual común, que se coloca en el terreno de la sociedad burguesa, representante característico de la clase intelectual. Esta clase se mantiene en cierto antagonismo respecto al proletariado. Este antagonismo es de un tipo distinto al que existe entre el trabajo y el capital. El intelectual no es un capitalista. Es cierto que su nivel de vida es burgués y que se ve obligado a mantener este nivel a menos que se convierta en un vagabundo, pero al mismo tiempo se ve obligado a vender el producto de su trabajo y muchas veces su fuerza de trabajo y sufre con frecuencia la explotación por los capitalistas y cierta humillación social. De este modo, no existe antagonismo económico alguno entre el intelectual y el proletariado. Pero sus condiciones de vida y de trabajo no son proletarias y de aquí resulta cierto antagonismo en su sentir y pensar. El proletario no es nada mientras sigue siendo un individuo aislado. Todas sus fuerzas, toda su capacidad de progreso, todas sus esperanzas y anhelos las extrae de la organización, de su actuación sistemática, en común con sus camaradas. Se siente grande y fuerte cuando constituye una parte de un organismo grande y fuerte. Este organismo es todo para él, y el individuo aislado, en comparación con él, significa muy poco. El proletario lucha con la mayor abnegación, como partícula de una masa anónima, sin vistas a ventajas personales, a gloria personal, cumpliendo con su deber en todos los puestos donde se le coloca, sometiéndose voluntariamente a la disciplina, que penetra todos sus sentimientos, todas sus ideas. Muy distinto es lo que sucede con el intelectual. No lucha aplicando, de un modo u otro, la fuerza, sino con argumentos. Sus armas son sus conocimientos personales, su capacidad personal, sus convicciones personales. Sólo puede hacerse valer merced a sus cualidades personales. Por esto la plena libertad de manifestar su personalidad le parece ser la primera condición de éxito en su trabajo. No sin dificultad se somete a un todo determinado como parte al servicio de este todo, y se somete por necesidad, pero no por inclinación personal. No reconoce la necesidad de la disciplina sino para la masa, pero no para los espíritus selectos. Se incluye a sí mismo, naturalmente, entre los espíritus selectos. (...) La filosofía de Nietzsche, con su culto del superhombre, para el que todo se reduce a asegurarse el pleno desarrollo de su propia personalidad, al que parece vil y despreciable toda sumisión de su persona a cualquier gran fin social, esta filosofía es la verdadera concepción del mundo del intelectual, que le inutiliza en absoluto para tomar parte en la lucha de clase del proletariado. Al lado de Nietzsche, Ibsen es un representante destacado de la concepción del mundo del intelectual, concepción que coincide con su manera de sentir. Su doctor Stockmann –en el drama «Enemigo del pueblo»– no es un socialista, como han pensado muchos, sino un tipo de intelectual que inevitablemente tiene que chocar con el movimiento proletario, y en general con todo movimiento popular, si intenta actuar en él. La razón está en que la base del movimiento proletario, como de todo movimiento democrático, es el respeto a la mayoría de los camaradas. El intelectual típico a lo Stockmann ve en la «compacta mayoría» un monstruo que debe ser derribado. (...) Liebknecht fue ejemplo ideal del intelectual totalmente penetrado de sentimiento proletario, que siendo brillante escritor perdió los rasgos psicológicos específicamente intelectuales, que iba en las filas sin refunfuñar, que trabajaba en todos los puestos a los que se le mandaba, que se había consagrado por entero a nuestra gran causa y despreciaba el lloriqueo blandengue [weiches Gewinsel] sobre lo de ahogar la personalidad, que muchas veces oimos de labios de intelectuales educados en Ibsen y en Nietzsche, cuando suelen quedarse en minoría; fue un ejemplo ideal de los intelectuales que necesita el movimiento socialista. También podemos nombrar aquí a Marx, que nunca trató de ponerse en primer plano y se sometió de un modo ejemplar a la disciplina de partido en la Internacional, donde más de una vez estuvo en minoría». (Karl Kautsky; Franz Mehring, 1903)
Salvando el pequeño desliz terminológico, donde Kautsky debería decirse que las relaciones intelectualidad-proletariado son contradicciones, pero unas que a priori no tienen porque manifestarse de forma antagónica, sin ir más lejos, Lenin utilizaría esta cita en su famosa obra: «Un paso hacia adelante, dos hacia atrás» de 1904 para explicar esta cuestión.
En las obras de Marx y Engels encontramos varias impresiones sobre el arte y su relación con la cuestión social que desmienten la idea de que defendiesen un «arte neutral» o «por encima de las clases»:
«Usted siente probablemente la necesidad de tomar públicamente partido en este libro, de proclamar ante el mundo entero sus opiniones. Está ya hecho, es pasado, y no necesita usted repetirlo en esa forma. No soy adversario de la poesía de tendencia como tal. El padre de la tragedia, Esquilo, y el padre de la comedia, Aristófanes, fueron los dos vigorosamente poetas de tendencia, lo mismo que Dante y Cervantes, y lo que hay de mejor en La intriga y el amor de Schiller, es que se trata del primer drama político alemán de tendencia. Los rusos y los noruegos modernos, que escriben novelas excelentes, son todos poetas de tendencia. Mas creo que la tendencia debe surgir de la situación y de la acción en sí mismas, sin que esté explícitamente formulada, y el poeta no está obligado a dar hecha al lector la solución histórica futura de los conflictos sociales que describe. Tanto más cuando en las circunstancias actuales la novela se dirige, sobre todo, a los lectores de los medios burgueses, es decir, a medios que no son directamente los nuestros, y entonces, a mi juicio, una novela de tendencia socialista cumple perfectamente su misión cuando, por una pintura fiel de las relaciones reales, destruye las ilusiones convencionales sobre la naturaleza de tales relaciones, quiebra el optimismo del mundo burgués, obliga a dudar de la perennidad del orden existente, incluso si el autor no indica directamente la solución, incluso si, dado el caso, no toma ostensiblemente partido. Su conocimiento exacto y sus descripciones maravillosamente frescas y vivientes del campesinado austriaco y de la «sociedad» vienesa encontrarán aquí una rica materia, y usted ha probado en Stefan que sabe tratar a sus héroes con esa fina ironía que da fe del señorío del poeta sobre su creación». (Friedrich Engels; Carta a Minna Kautsky, 26 de septiembre de 1885)
Queda claro que hoy con el desarrollo de los medios de comunicación oficiales y no oficiales, la novela, el teatro, la poesía, la música de «tendencia» proletaria se sigue encontrando en inferioridad de representación a la hora de producir y competir con los productos artísticos que apoyan el orden establecido, pero es innegable que a diferencia del siglo XIX, hoy existen un millón de oportunidades de hacer llegar ese «arte de tendencia» proletaria a sus interesados, cosa que antaño era imposible tanto por varios factores. Por tanto, el artista que hoy elige no hacer un hacer arte de «tendencia» no será porque disponga de peores condiciones que hace siglos.
El propio Marx ilustró al mundo con una descripción muy fidedigna del escritor y las contradicciones a las cuales se enfrentaba:
«Para defender la libertad de una esfera, e incluso para comprenderla, es necesario captarla en su carácter esencial y no en relaciones exteriores. ¿Pero es acaso fiel a su carácter, actúa de acuerdo con la nobleza de su naturaleza, es libre la prensa que se rebaja a ser una profesión? El escritor tiene por supuesto que ganar dinero para poder vivir y escribir, pero de ninguna manera tiene que existir y escribir para ganar dinero. (...) El escritor no considera de ninguna manera sus trabajos como un medio. Son fines en sí mismos, y tal es así que no son medios para él ni para otros que, si es necesario, sacrificará su existencia a la de ellos, adoptando, como el predicador de la religión, aunque de manera diferente, el principio de «obedecer más a Dios que a los hombres» , e incluyéndo entre los hombres a sí mismo con sus necesidades y deseos humanos. ¿Sería posible, en cambio, que un sastre al que le he encargado un frac se apareciera con una toga romana aduciendo que es más adecuada a la ley eterna de la belleza? La primera libertad de la prensa consiste en no ser una profesión. Al escritor que la rebaja a un medio material le corresponde como pena de esa falta de libertad interior la falta de libertad exterior, la censura, o, mejor dicho, ya su propia existencia es su pena. Por supuesto que la prensa también existe como industria, pero en ese caso no es cuestión del escritor sino del impresor y el librero. De lo que se trata aquí, sin embargo, no es de la libertad profesional de impresores y libreros sino de la libertad de prensa». (Karl Marx; Gaceta Renana, N ° 139, suplemento, 19 de mayo de 1842)
Lenin también expuso en varias ocasiones la situación del artista en el capitalismo:
«La revolución desencadena todas las fuerzas contenidas y las sacas del fondo a la superficie. Para poner un ejemplo. Piense usted en la presión que ejercieron sobre el desarrollo de nuestra pintura, de nuestra escultura y arquitectura, las modas y los caprichos de la corte zarista y los gustos y las preferencias de los señores aristócratas y burgueses. En una sociedad basada en la propiedad privada, el artista produce artículos para el mercado, y necesita compradores. Nuestra revolución ha librado a los artistas del peso de este prosaico estado de cosas. Ha convertido al Estado soviético en su protector y cliente. Todo artista y todo el que se tenga por artista se cree, y tiene razón, con derecho a crear libremente con arreglo a su ideal, sin preocuparse de que lo que crea sirva o no para algo. Ahí tiene usted el porqué de toda esa fermentación, de todos esos experimentos, de todo ese caos. Pero, naturalmente, nosotros somos comunistas. No podemos cruzarnos de brazos y dejar que el caos fermente como le apetezca. Tenemos que encauzar también, clara y conscientemente, esta evolución, procurando moldear y dirigir sus resultados. Y en esto sí que no estamos todavía, ni mucho menos, a la altura de las circunstancias. (...) El arte es para el pueblo. Debe clavar sus raíces más profundas en las grandes masas trabajadoras. Debe ser comprendido y amado por éstas. Debe unirlas y levantarlas en sus sentimientos, en sus ideas y en su voluntad. Debe sacar y educar artistas en ellas». (Clara Zetkin; Recuerdos sobre Lenin, 1925)
lunes, 4 de mayo de 2020
¿Qué es la Escuela de Gustavo Bueno?; Equipo de Bitácora (M-L), 2020
«¿Qué nos vamos a encontrar en este extenso documento? Principalmente nos centraremos en su visión sobre la cuestión nacional, ya que es verdaderamente la idea que nuclea todo el pensamiento del «materialismo filosófico» de Gustavo Bueno, pero durante la exposición se observará también las bases filosóficas, las recetas económicas, las nociones políticas o las propuestas culturales de esta escuela de sofistas. Consideramos que el combate sin piedad hacia todos los nacionalismos habidos y por haber no es algo opcional sino imprescindible. ¿El motivo? Unos y otros se complementan y retroalimentan para desviar a los trabajadores de su camino de emancipación social: la abolición de las clases sociales. En concreto, en lo tocante al nacionalismo español, la Escuela de Gustavo Bueno ha sido sin ningún género de duda la cuna de muchos de los personajes, libros y argumentarios que han salido de esta bancada, por lo que viene siendo hora de desnudar sus más que evidentes contradicciones. Esta última es una labor ideológica que lamentablemente no hemos visto registrada en ninguno de sus supuestos enemigos ideológicos, al menos no en una profundidad argumentativa y pedagógica que sirva como referencia, y esto es justamente lo que nosotros –sin ninguna falsa modestia– reconocemos que buscamos con el contenido de la presente obra. Al igual que en cualquiera de las otras ocasiones queremos advertir a los sujetos que serán objeto de crítica que a aquí priori no hay ninguna inquina personal: la crítica frontal y demoledora realizada hacia los distintos personajes de turno que irán apareciendo en el texto –Gustavo Bueno, Santiago Armesilla, Pedro Ínsua o Jesús G. Maestro– es solo la excusa, el pretexto idóneo o el marco de referencia para abordar una problemática mucho mayor que transciende a estos personajes, pues solo son unos de tantos representantes de una postura equivocada, de una visión distorsionada del mundo, de un vicio a eliminar.
Aunque en todos y cada uno de los planteamientos de Gustavo Bueno se subyace un vitalismo avasallador e irracional –típico del fascismo del siglo XX–, él intentó conjugar dicho instinto –a todas luces ramplón y reaccionario– con una bonita carcasa filosófica, cuyo fin no era otro que disimular las barbaridades que deseaba implantar. Así, pues, mediante un lenguaje «técnico» y una explicación aparentemente «racional» estuvo mucho mejor pertrechado para relativizar o disimular las opiniones tan polémicas que acostumbraba a lanzar. Pero ahí no acababa este ejercicio maquiavélico: trató de justificar sus complicadas y enmarañadas teorías como algo solo apto para «entendidos», no para el vulgo, según él, incapaz de entender y aceptar su «trascendental filosofía». En el «materialismo filosófico» hay una clara inspiración en autores mundialmente conocidos, pero se nota especialmente la influencia de Ortega y Gasset y Unamuno, quienes no parece casualidad que en su momento hayan sido las fuentes castizas que estimularon el pensamiento falangista en España. Gustavo Bueno creyó preciso que para coronar su empresa debía aspirar a algo más cercano a Hegel que a Unamuno: no bastaba con intentar elaborar reflexiones fragmentarias, chocantes o elocuentes, sino que debía construirse un gran bloque compacto con un argumentario definido, en definitiva, un gran sistema filosófico que causase asombro por la infinidad de temas a abordar y que crease un nuevo lenguaje que le hiciera reconocible ante sus adeptos. No obstante, si por fortuna nuestro amado lector no es una persona fácilmente impresionable, podrá detectar a las primeras de cambio que los representantes de esta escuela no tienen nada de eruditos, a lo sumo son charlatanes profesionales, y la mayor prueba está en que intentan defender lo indefendible con una retórica de secta endogámica, la cual comienza y acaba por un constante ritual de culto a la personalidad hacia su «maestro» que acaba resultando enfermizo. Paradójicamente hablamos de una de las debilidades que también ha adolecido el marxismo y otras doctrinas político-filosóficas en el siglo anterior, pero que ellos, lejos de superar, parecen perpetuar sin complejo alguno. A la vista está también que si tuviesen algún tipo de pretensión popular no utilizarían teorías y conceptos tan sumamente complejos como estúpidos, los cuales no se molestan en adaptar o disimular frente a los trabajadores de a pie.
¿Cuál es el perfil de los adeptos a la Escuela de Gustavo Bueno? Muchos de ellos son orgullosos seguidores de las tesis del asturiano y se reconocen como fervorosos nacionalistas españoles, pero algunos otros, como ocurría con el propio Sr. Bueno, tienen la desvergüenza de autodenominarse «marxistas» o al menos prometen estar muy influenciados por dicha corriente… en la práctica no hay nada más lejos de la realidad. Esta escuela filosófica se declara «ni de izquierdas ni de derechas», otras, se presenta como valedora y superadora de los «límites del marxismo», sea como sea, sus planteamientos son tan sumamente reaccionarios y excéntricos que se refutan a sí mismos, pero sin una ordenación y exposición correcta, no todos tendrán esto tan claro. He aquí una de las razones por las que era hora que refutar este mito de Gustavo Bueno como «gran filósofo», uno que, como era de esperar, también ha calado muy hondo entre el revisionismo patrio, y entiéndase que podemos englobar en este bloque a todos aquellos que se hacen pasar por marxistas para introducir luego mejor su mercancía antimarxista, aunque en honor a la verdad existen algunas excepciones donde este es un actuar inconsciente fruto de la ignorancia.
Si bien su influencia es ínfima entre los verdaderos revolucionarios, los argumentos de la Escuela de Gustavo Bueno sí han permeado entre parte de la población, quizás no tanto por su propio esfuerzo ni su alcance, sino porque recuperan y continúan el legado del nacionalismo español decimonónico y los viejos dogmas del falangismo, asimilados por la población durante siglos. En consecuencia, mientras continúe el sistema actual, siempre hay posibilidad de que este discurso tenga repercusión entre las capas de trabajadores más atrasados, en el joven romántico, y por supuesto, entre la intelectualidad conservadora. Por ello debe realizarse un esfuerzo en desenmascarar su demagogia y su hipocresía, sus intentos de establecerse como quinta columna bajo cualquier excusa aparentemente inocente, como en este caso pudiera ser «combatir el supremacismo del nacionalismo catalán» o «cultivar un sano amor a la tierra, su cultura y sus gentes».
La burguesía española siempre ha estado muy complacida con las actuaciones de estos mercenarios académicos, y tiene toda lógica puesto que la Escuela de Gustavo Bueno le sirve –en el sentido de vasallaje y en el sentido de utilidad– para confundir y seducir a propios y extraños, es por esta razón y no otra que financia sus asociaciones con dinero público y privado para mantener ese nicho seguro. Pero, seamos francos, el poder necesita algo menos frívolo y más cercano a las masas como para hacer que el trabajador asalariado consuma el narcótico nacionalista. Recordemos que un buen propagandista no es aquel que convence a quienes ya están convencidos, sino aquel que persuade a quienes todavía dudan o son abiertamente hostiles. Por ello, una corriente ideológica más centrada en propagar y emular las epopeyas de un imperio colonial pasado que en plantear planes eficaces para solucionar los atolladeros de la política burguesa presente, nunca puede resultar útil del todo. Cumplirá un gran papel en las universidades y será un gran pasatiempo para distraer a los exaltados, nostálgicos y similares, pero nunca será la plataforma idónea para embaucar en masa a todos esos millones de trabajadores anónimos.
domingo, 3 de mayo de 2020
Engels sobre el arte socialista...
sábado, 2 de mayo de 2020
Las opiniones de Stalin, Churchill y Truman en 1945 sobre el régimen de Franco en España
viernes, 1 de mayo de 2020
¿Hegealismo de izquierda o marxismo como modelo a seguir en la cuestión nacional?; Equipo de Bitácora (M-L), 2020
«China y la India se hallan todavía, por decirlo así, fuera de la historia universal; son la suposición de los momentos cuya conjunción determina el progreso viviente de la historia universal». (G. W. Friedrich Hegel; Lecciones sobre la filosofía de la historia universal, 1830)
Pongamos otro ejemplo:
«El que quiera conocer manifestaciones terribles de la naturaleza humana, las hallará en África. Lo mismo nos dicen las noticias más antiguas que poseemos acerca de esta parte del mundo; la cual no tiene en realidad historia. Por eso abandonamos África para no mencionarla ya más. No es una parte del mundo histórica; no presenta un movimiento ni una evolución, y lo que ha acontecido en ella, en su parte septentrional, pertenece al mundo asiático y europeo. (...) Lo que entendemos propiamente por África es algo aislado y sin historia, sumido todavía por completo en el espíritu natural, y que solo puede mencionarse aquí, en el umbral de la historia universal». (G. W. Friedrich Hegel; Lecciones sobre la filosofía de la historia universal, 1830)
Esto, por desgracia, era una nota común en la mayoría de pensadores avanzados de esta época. En España, pensadores como Larra promulgaban barbaridades análogas:
«Razón han tenido los que han atribuido al clima influencia directa en las acciones de los hombres; duros guerreros ha producido siempre el norte, tiernos amadores el mediodía, hombres crueles, fanáticos y holgazanes en Asia, héroes la Grecia, esclavos el África. (…) Cada país tiene sus producciones particulares». (Mariano José de Larra; La planta nueva o el faccioso. Historia natural, 1833)