sábado, 27 de septiembre de 2014

Los marxista-leninistas checoslovacos sobre el carácter del Estado de democracia popular; Equipo de Bitácora (M-L), 2014

Obreros checoslovacos durante 1948

«[Febrero de 1948] También supuso, como decíamos, una lección nacional, que junto a otras de carácter internacional como habían sido la Kominform y la crítica a las desviaciones de ciertos partidos en septiembre de 1947, la cuestión del revisionismo yugoslavo en junio de 1948, o los informes de Georgi Dimitrov al Vº Congreso del Partido Obrero (comunista) Búlgaro y el Informe de Bolesław Bierut al Iº Congreso del Partido Obrero Unificado Polaco, ambos en diciembre de 1948, hizo avanzar el nivel teórico de los marxista-leninistas checoslovacos sobre cuestiones como la democracia popular, su carácter, y demás:

«Hoy en día es evidente en todas partes que la democracia popular es un tipo de Estado proletario, y el Estado del período de transición del capitalismo al socialismo, que es una forma de la dictadura del proletariado, una de la gran abundancia y variedad de formas políticas, que como dice Lenin pueden existir en la transición del capitalismo al comunismo. Por eso el Estado de democracia popular se caracteriza, tal como se expresó Georgi Dimitrov en su informe en el Vº Congreso del Partido Obrero (comunista) Búlgaro de diciembre de 1948, como que: «(a) La democracia popular representa el poder de los trabajadores, de la inmensa mayoría del pueblo, bajo la dirección de la clase obrera. (b) La democracia popular aparece como un Estado del periodo transitorio, llamado a asegurar el desarrollo del país por la vía del socialismo. (c) El Estado de democracia popular se edifica en colaboración y amistad con la Unión Soviética, con el país del socialismo. (d)  La democracia popular forma parte del campo democrático y antiimperialista. La democracia popular realiza las mismas funciones que ejerció el Estado soviético en la primera fase de su desarrollo. Esto significa la supresión de la resistencia de las minoría de las clases explotadoras derrocadas y hacerlo mediante la participación de la mayoría de las clases explotadas, para proteger al país de ataques externos, llevando a cabo el trabajo económico-organizativo y cultural-educativo». (Horn; Discurso en la Asamblea Nacional de la República de Checoslovaquia, 17 de mayo de 1950)

Así se hablaba de la necesidad de la dictadura del proletariado para el paso del capitalismo al comunismo, periodo conocido como socialismo dónde no cesa la lucha de clases:


«El marxismo-leninismo se basa además en el hecho de que para transformar la sociedad capitalista en la sociedad comunista no puede llevarse tal transformación de una, por lo que, para dar paso a este cambio se produce necesariamente a través de un Estado revolucionario que en dicha época de transición no puede ser otra cosa que la dictadura revolucionaria del proletariado. Bajo esta dictadura del proletariado dice Stalin: (1) se utiliza el poder del proletariado para reprimir a los explotadores, para defender al país, para el fortalecimiento de las relaciones con los proletarios de otros países, para dar rienda suelta a una victoria de la revolución en todos los países; (2) se usa del poder del proletariado para lograr la separación definitiva de las masas trabajadoras y explotadas de la burguesía, para consolidar a las masas trabajadoras junto al proletariado, para asegurar la incorporación de las masas en la construcción del socialismo bajo la dirección de las masas del proletariado en la organización del Estado; (3) se usa el poder del proletariado para construir el socialismo, la abolición de las clases, la transición a una sociedad sin clases a una sociedad sin Estado. Es, por tanto, una tesis esenciales del marxismo, que la dictadura del proletariado es la continuación de la lucha de clases en las nuevas formas y que el Estado proletario es un instrumento del proletariado en su lucha de clases». (Josef Horn; Discurso en la Asamblea Nacional de la República de Checoslovaquia, 17 de mayo de 1950) (Anotaciones de Bitácora (M-L) a la obra de Klement GottwaldPrograma de acción del nuevo gobierno Checoslovaco, 1948)

martes, 23 de septiembre de 2014

Lenin sobre la cultura socialista


«Si no nos damos perfecta cuenta de que sólo se puede crear esta cultura proletaria conociendo exactamente la cultura que ha creado la humanidad en todo su desarrollo y transformándola, si no nos damos cuenta de esto, jamás podremos resolver este problema. La cultura proletaria no surge de fuente desconocida, no brota del cerebro de los que se llaman especialistas en la materia. Sería absurdo creerlo así. La cultura proletaria tiene que ser el desarrollo lógico, del acervo de conocimientos conquistados por la humanidad bajo el yugo de la sociedad capitalista, de la sociedad de los terratenientes y los burócratas. Estos son los caminos y los senderos que han conducido y continúan conduciendo hacia la cultura proletaria, del mismo modo que la economía política, transformada por Marx, nos ha mostrado a dónde tiene que llegar la sociedad humana, nos ha indicado el paso a la lucha de clases, al comienzo de la revolución proletaria.

Cuando con frecuencia oímos, tanto a algunos representantes de la juventud como a ciertos defensores de los nuevos métodos de enseñanza, atacar la vieja escuela diciendo que sólo hacía aprender de memoria los textos, les respondemos que, sin embargo es preciso tomar de esta vieja escuela todo lo que tenía de bueno. No hay que imitarla sobrecargando la memoria de los jóvenes con un peso desmesurado de conocimientos, inútiles en sus nueve décimas partes y desvirtuados el resto; pero de aquí no se sigue en modo alguno que podamos contentarnos con conclusiones comunistas y limitarnos a aprender de memoria consignas comunistas. De este modo no llegaríamos jamás al comunismo. Para llegar a ser comunista, hay que enriquecer indefectiblemente la memoria con los conocimientos de todas las riquezas creadas por la humanidad.

No queremos una enseñanza mecánica, pero necesitamos desarrollar y perfeccionar la memoria de cada estudiante dándole hechos esenciales, porque el comunismo sería una vaciedad, quedaría reducido a una fachada vacía, el comunista no sería más que un fanfarrón si no comprendiese y asimilase todos los conocimientos adquiridos. No sólo deben ustedes asimilarlos, sino asimilarlos en forma crítica, con el fin de no amontonar en el cerebro un fárrago inútil, sino de enriquecerlo con el conocimiento de todos los hechos, sin los cuáles no es posible ser un hombre culto en la época en que vivimos. El comunista que se vanagloriase de serlo, simplemente por haber recibido conclusiones ya establecidas, sin haber realizado un trabajo muy serio, difícil y grande, sin analizar los hechos frente a los que está obligado a adoptar una actitud crítica, sería un comunista lamentable. Nada podría ser tan funesto como una actitud tan superficial. Si sé que sé poco, me esforzaré por saber más, pero si un hombre dice que es comunista, y que no tiene necesidad de conocimientos sólidos, jamás saldrá de él nada que se parezca a un comunista. (…)

El marxismo adquirió importancia histórica como ideología del proletariado revolucionario debido a que, lejos de desechar las más valiosas conquistas de la época burguesa, aprendió y reelaboró por el contrario, todo lo que había de precioso en el desarrollo más de dos veces milenario del pensamiento y la cultura humanos. Sólo la labor efectuada sobre esta base y en este sentido, animada por la experiencia de la dictadura del proletariado, que es la etapa última de su lucha contra toda explotación, puede ser considerada como el desarrollo de una cultura verdaderamente proletaria». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Las tareas de las ligas juveniles, 1920)

sábado, 20 de septiembre de 2014

Programa de acción del nuevo gobierno Checoslovaco; Klement Gottwald, 1948

[Enlaces de DESCARGA del texto en PDF al final del documento]

«Que nadie se deje engañar si esas gentes han repetido de cuando en cuando incluso que, por ejemplo, ellos no tenían intención de abolir la nacionalización, que la alianza con la Unión Soviética está fuera de toda discusión, y así sucesivamente. Ese es el procedimiento de cada contrarrevolución. Cada contrarrevolución no habla de sus objetivos finales y no muestra sus cartas sino progresivamente. La contrarrevolución quiere siempre en primer lugar el paso del poder a su favor, es del poder de lo que se trata simplemente para ella. Hacerse dueña del poder; eso significa para ella una victoria total. Con ello recupera la libertad para ejecutar sus planes contrarrevolucionarios hasta el fin. Lo mismo sucedió en el caso checoeslovaco». (Klement Gottwald; Programa de acción del nuevo gobierno Checoslovaco, 10 de marzo de 1948)


Introducción de «Bitácora (M-L)»

El siguiente documento, de los pocos que hemos podido obtener, se centra en explicar el proceso de la democracia popular y el tránsito al socialismo en Checoslovaquia.

Uno de los momentos, sin duda, más interesante de la historia de la Checoslovaquia fueron los acontecimientos de febrero de 1948. La historiografía burguesa, ha intentado como en otras ocasiones, deformar los hechos. Se ha intentado catalogar los hechos de febrero como un golpe de Estado comunista, que liquidaba la democracia burguesa. No obstante, la historia es bastante diferente por varias causas:

–Primero porque no era una república burguesa al uso, sino una democracia popular dónde los comunistas ya tenían el liderazgo, en donde no había posibilidad de votar a partidos fuera del Frente Nacional;

–Segundo, porque la crisis no fue provocada por los comunistas, que simplemente seguían aplicando sus medidas económicas programadas en el programa de 1946 del Frente Nacional, sino por la reacción que no podía soportar por más tiempo las políticas del gobierno que afectaba su propia existencia.

Cierto es, que los comunistas checoslovacos habían tenido un partido muy combativo durante los años treinta, con bastante influencia entre las masas trabajadoras, incluso en las elecciones burguesas se reflejaba su poderío. En las elecciones parlamentarias de mayo de 1935 fue el cuarto partido más votado, con un 10%, quién sacó el mayor número de votos en esas elecciones fue el partido nazi de Konrad Helein conocido como el Partido Alemán de los Sudetes con un 15%, y aunque las elecciones burguesas no muestran nunca el poder real del partido comunista en la sociedad y en las masas trabajadoras, era igualmente un dato bastante indicativo.

Los antimarxistas y sus técnicas para negar el centralismo democrático


«
Los revisionistas, y en general, todos los movimientos pseudomarxistas, han negado el centralismo democrático, o han hablado en su nombre para usurparlo y distorsionarlo para finalmente reemplazarlo por el centralismo burocrático:

«Con el fin de rechazar las enseñanzas del marxismo-leninismo sobre el papel y la importancia de la organización del partido, los enemigos de la clase obrera y el marxismo-leninismo, los oportunistas y revisionistas, antiguos y nuevos, niegan el principio del centralismo democrático, considerándolo como innecesario, como un principio que hace al partido burocrático, que marchita la iniciativa de la masas de los miembros del partido y evita su participación en la solución de problemas. Bajo el pretexto de la supuesta democracia y la libertad de opinión, algunos revisionistas, que toman el punto de vista liberal-anarquista, niegan la necesidad de que el centralismo en el partido y se oponen al principio de que todo el trabajo y la actividad del partido deben estar centralizadas y llevadas a cabo bajo el liderazgo de un solo centro. De acuerdo con estos revisionistas, la concentración del liderazgo en un solo centro niega los órganos inferiores, inhibe su iniciativa, y así sucesivamente. Por lo tanto, dicen, los órganos inferiores deben trabajar de forma independiente del centro y ser completamente autónomos. Por otro lado, consideran que la disciplina dentro del partido, y la aplicación obligatoria de las decisiones, como requisito irrazonable y contrario a la democracia, lo que impide la iniciativa de las masas y los coloca bajo el dictado de los órganos superiores o la minoría. Ellos niegan la necesidad de la participación de todos los miembros del partido, sin excepción, en una de las organizaciones de base, y describen el requisito obligatorio de rendir cuentas de las funciones que desempeñan como ultra-democracia, es decir, una distorsión de la democracia. La base ideológica y de clase de estos puntos de vista y teorías revisionistas que niegan el principio del centralismo democrático y sus requisitos, hay que buscarla en la ideología burguesa y pequeño burguesa; en el intelectualismo burgués, el liberalismo y el anarquismo». (Petro Ciruna y Pandi Tase; La degeneración organizativa de los partidos revisionistas y sus consecuencias, 1978)

Y junto a esta posición frente al centralismo democrático marxista-leninista, existe otra posición; la de hablar en nombre del respeto y aceptación del centralismo democrático para aplicar el centralismo burocrático que convierte al partido en un régimen guerrillero, sin democracia interna; veamos:

«Mientras se luchaba contra las ideas liberales anarquistas, el Partido del Trabajo de Albania siempre ha luchado también contra los puntos de vista y prácticas burocráticas de los revisionistas modernos en relación con el principio del centralismo democrático. Los revisionistas modernos que están en el poder, encabezados por los revisionistas soviéticos, hablan mucho acerca de la democracia dentro del partido y se jactan de que aplican los principios leninistas sobre el partido. Pero esto está lejos de la verdad. En esos partidos, el centralismo democrático se ha transformado en el centralismo burocrático. Los miembros del partido que se oponen a su línea y la política antiproletaria son sometidos a represalias, el destierro y la cárcel. La línea de los partidos revisionistas no es el fruto de la participación de la masa de los miembros del partido y las clases trabajadoras, sino el trabajo de las camarillas gobernantes. La disciplina del partido se ha convertido en una disciplina mecánica y la masa de los miembros del partido se someten a las decisiones de la dirección desde el miedo». (Petro Ciruna y Pandi Tase; La degeneración organizativa de los partidos revisionistas y sus consecuencias, 1978)

De una forma u otra, todos los partidos revisionistas, usan una de las dos versiones contrarias al centralismo democrático, a veces combinando sus dos antítesis. Es sabido que muchos partidos por ejemplo usan métodos de descentralización en el partido, que no somete a los órganos superiores o inferiores a ninguna supervisión ni crítica, y a la vez usan métodos de expulsión a quién ejerza su derecho de crítica sobre la dirigencia. El fin de estas formas de organización no marxista es legitimar a la dirigencia». (Equipo de Bitácora (M-L); El revisionismo del «socialismo del siglo XXI», 2013)

viernes, 19 de septiembre de 2014

Pedro Checa y su visión marxista-leninista del partido; Equipo de Bitácora (M-L), 2014

El Partido Comunista de España, tuvo entre sus filas grandes figuras hoy poco conocidas, José Díaz es un bolchevique con este clásico trato que con el devenir de los años y los acontecimientos, ha sido arrastrado al ostracismo por culpa de los revisionistas, ¡y por ineficiencia, inoperancia o inexistencia de los marxista-leninistas! Pero Pedro Checa, (1910-1942), es otro ejemplo visible y muy interesante. En este caso estamos hablando de alguien que era considerado como uno, sino el mayor teórico-organizador del partido, con un peso real en las actividades y poder interno del partido, y siempre trabajando en sus actividades con una humildad comunista admirable sólo rememorable en los mejores héroes modestos, como atestiguan sus coetáneos de entonces:

«Tenemos al camarada Pedro Checa, que es lo que podemos llamar el hombre de nuestro partido. No aparece lo suficiente en la superficie política porque su trabajo es un trabajo silencioso –los bolcheviques no tienen en cuenta nunca si su trabajo es más o menos ostensible–, pero vigilante y activo; es conocido, no solamente por los cuadros de nuestro partido, sino allí donde hace falta una ayuda de organización: en el frente o en la retaguardia, allí está el camarada Pedro Checa, resolviendo problemas de organización y dando las normas precisas, como corresponde a un gran secretario». (José Díaz; Por la unidad, hacia la victoria; Informe pronunciado en el Pleno del Comité Central del Partido Comunista de España, celebrado en Valencia, días 5 a 8 de marzo, 1937)

Veamos otro ejemplo palpable de sus grandes dotes y su carisma en el partido:

«Checa, cuyo nombre auténtico era Pedro Fernández Checa, tenía alguna formación teórica, y por eso se puede decir que constituía una excepción; se había integrado en el PC desde grupos izquierdistas preocupados por el dilema ideológico del momento entre trotskismo, leninismo y el emergente stalinismo. Estudió comercio y trabajaba de delineante; asistía a los debates juveniles de socialistas y comunistas y militaba en un pequeño grupo marginal llamado «Rebelión». Había nacido en Valencia, pero su estancia en Sevilla le condicionó a aceptar el PCE por la influencia personal y mutua del secretario general, José Díaz. Tenía una enorme capacidad de trabajo y organización, que conjugaba con una gran modestia y una timidez que rayaba en lo enfermizo. Era, después de Pepe Díaz, el hombre más querido por la base del partido, aunque fuera de la organización se tratara de un desconocido, frente a figuras como Ibárruri, Hernández o Antón, que biológicamente pueden considerarse sus opuestos». (Gregorio Morán; Miseria y grandeza del Partido Comunista de España 1939-1985, 1986)

El nivel de conocimientos y formación de dicha figura sobre el partido y su organización era tal, que durante unos años el revisionista Partido Comunista de España trató de usar sus citas  –como hacía con José Díaz– para intentar introducir en la mente colectiva de los militantes, de que el partido se regía por sus teorizaciones y prácticas. Pero una vez oficializado el revisionismo eurocomunista en los años 70, se dejó de un lado a esta figura, por resultar molesta no las prácticas –que hacía tiempo que el partido había dejado de emular– sino las teorizaciones y conceptos como: lucha de clases, dictadura del proletariado, centralismo democrático, crítica y autocrítica bolchevique, partido de línea monolítica y sin fracciones, etc. que el revisionismo eurocomunismo, conforme a su evolución hacia el socialdemocratismo quería abandonar también en el campo teórico.

A veces la obvia introducción de diferentes corrientes revisionistas en dicho partido 
–jruschovista, titoista, brézhneviana y anticarrillista, eurocomunista desde mediados de los años 40, hicieron que los militantes de este partido se olvidaran de las conclusiones que este brillante teórico valenciano nos legara. Otras veces, y no sólo dentro del Partido Comunista de España (PCE), el fanatismo y obsesión de los revisionistas españoles en sus referentes –los pro eurocomunistas en Santiago Carrillo, los pro revisionistas chinos en Mao Zedong, los pro revisionistas coreanos con Kim Il-sung, los pro revisionistas yugoslavos en Tito–, hicieron que únicamente se fijaran y gastaran fueras en ellos y que jamás levantaran sus narices más allá de los textos pseudomarxistas de sus líderes mitificados, siendo ignorados o no dando importancia alguna a los escritos de los José Díaz, Joan Comorera, o Pedro Checa. Muestra de ello es el penoso bagaje que actualmente tanto los revisionistas españoles, como otros que intentan aparentar ser «marxista-leninistas», no hacen, respecto a la figura y obra de José Díaz, ningún esfuerzo por analizar su obra para el proletariado hispano. Y para mala fortuna nuestra, los pocos que se atreven a evaluar su obra acaban en las mismas posiciones trotskistas, maoístas, o eurocomunistas sobre estos marxista-leninistas españoles, negando los principios del valenciano y practicando un liberalismo, caciquismo y otras tendencias inherentes a un centralismo burocrático.

Las siguientes tesis están en plena consonancia con el concepto de partido leninista, y en abierta oposición al «partido de nuevo tipo» togliattista del revisionismo eurocomunista, a la «lucha de líneas» del revisionismo chino, al concepto de «centralismo democrático» que decía adherirse el revisionismo soviético, al concepto de rol del partido y el frente según el revisionismo yugoslavo, al concepto de partido browderista según el revisionismo estadounidense, o simplemente al concepto de partido clásico de la II Internacional. 

Recomendamos leer a su vez, el capítulo llamado: «El centralismo democrático, la crítica y la autocrítica» de nuestra obra reeditada: «El revisionismo del «socialismo del siglo XXI» de 2013, 
para poder entender, porque los actuales partidos del llamado «socialismo del siglo XXI» tampoco pueden considerarse como partidos leninistas, y que entran en contradicción con el concepto de partido del español marxista-leninista Pedro Checa.

Así mismo recomendamos la obra del propio Pedro Checa: «Tareas de organización y trabajo práctico del partido: Informe en el Pleno del Comité Central del Partido Comunista de España» de 1937. Así como: «¿Qué es y como funciona el partido comunista?».

El documento:

Folleto de la época que promocionaba una de las obras de Pedro Checa relacionada con la organización del partido comunista

Pedro Checa y su visión marxista-leninista del partido

(1) Sobre el partido y su necesidad

«Este partido, el partido de la clase obrera española, debía estar en condiciones de prever el curso de los acontecimientos y preparar a los trabajadores para hacerles frente; debía comprender la etapa de la revolución en desarrollo y sus objetivos democráticos; debía asegurar con su línea, con su estrategia y con su táctica, el concurso de los aliados naturales necesarios al proletariado, especialmente los campesinos; debía comprender y asegurar, en la lucha misma, el papel dirigente del proletariado en el bloque de las fuerzas populares. Comprendiendo el carácter democrático-burgués de la revolución, el partido debía tener siempre en cuenta las particularidades, tanto nacionales como internacionales de la situación y sus exigencias, y con arreglo a ellas y apoyándose en la teoría, hallar la línea justa para el partido, la clase obrera y las masas. El partido debería estar alerta a cada cambio que se produjera para adoptar con toda audacia el rumbo necesario sin perder jamás de vista los objetivos fundamentales de la lucha. Para ello debía inspirarse y nutrirse, convirtiéndose en un guía para la acción, en la doctrina marxista-leninista-stalinista, expresión de los intereses momentáneos y permanentes de la clase obrera, de sus objetivos y de su misión histórica, y bajo cuya sola guía puede ésta alcanzar la victoria. 

El partido, para poder jugar su papel dirigente de la clase obrera, debía reunir en su seno a los elementos más conscientes de ésta, de los trabajadores en general. Debía mantener en todas las circunstancias un contacto vivo y estrecho con los lugares de trabajo y las masas en general, esforzándose porque su línea política, su táctica, fueran patrimonio de las masas. El partido debía aprender de las masas y corregir a tiempo ante ellas, sin temor y con toda franqueza, sus errores y debilidades, sobre la base de la autocrítica revolucionaria. Era menester que el partido estuviera constituido en tales condiciones que en cualquier circunstancia, legal, semilegal o ilegal, bajo el más desenfrenado terror, estuviera facultado para pelear, para cumplir su papel dirigente, a fin de que, en ningún caso, se viera privada la clase obrera y el pueblo de su vanguardia. 

El partido sólo podría cumplir su misión sobre la base de la máxima unidad y disciplina internas sin grupos ni fracciones, sin tendencias y corrientes divergentes. Unidad y disciplina basadas en los sólidos principios del marxismo-leninismo-stalinismo, en la compenetración de todas las organizaciones y militantes con la línea política del partido y con su dirección, en el ejercicio del centralismo democrático. Esta unidad férrea sólo podría lograrse en una lucha consecuente contra las concepciones falsas y las tendencias extrañas a la clase obrera, contra todas las tendencias de compromiso y de capitulación, contra todo género de traidores, de desviaciones e intrigas, en la lucha encarnizada contra los bandidos trotskistas. 

Era menester, en fin, que el partido recogiera y asimilara las mejores tradiciones y experiencias de organización y de lucha del movimiento obrero español y los fundiera con la invencible teoría y práctica del marxismo-leninismo-stalinismo. Que el partido, siendo profundamente nacional, se basara en el principio y en la práctica del internacionalismo proletario. Que se guiara por el ejemplo glorioso del Partido Bolchevique que había conducido a los trabajadores de todo el mundo a su más grande conquista, la Unión Soviética; por la Komintern –Internacional Comunista–, que condensaba la experiencia del movimiento obrero internacional; por el gran jefe de la clase obrera y de los pueblos, nuestro maestro Stalin». (Pedro Checa; José Díaz, constructor del gran Partido Comunista de España, 1942)

martes, 16 de septiembre de 2014

Sobre los pseudomarxistas y la cuestión nacional

Joan Comorera a la izquierda, acompañado por Martí Esteve y Pere Maestros, encarcelados por los acontecimientos de octubre de 1934, y liberados tras el triunfo del frente popular en febrero de 1936

«La unión indisoluble del problema nacional y colonial con el problema de la revolución proletaria, principio básico de la teoría nacional de Lenin y Stalin, ha de ser aceptado y comprendido por todo verdadero comunista. La comprensión de la teoría leninista-stalinista no ha de ser puramente intelectual especulativa, sino dinámica. Un comunista ha de querer comprenderla y aplicarla, esencialmente, en su propio país.

Conocemos individuos de muy diversas ideologías que saben analizar los problemas nacionales y coloniales, que defendieron la causa irlandesa, que estallan de indignación al recordar la India y sus luchas por la independencia, que encienden una vela a Gandhi y otra a De Valera, que hacen suya la carta del Atlántico en cuanto asegura a los pueblos el derecho a disponer libremente de sus destinos. Pero que se cierran por completo, si de la especulación muy allá de nuestras fronteras, los llamamos a nuestra realidad y queremos hacerles ver que en España misma cabe aplicar la teoría.

Para justificar tan descomunal incongruencia, unos se ponen frenéticos para decirnos que de los Reyes Católicos a hoy, España es una e indivisible, que el problema catalán y el vasco y ahora el gallego, ha sido promovido, artificiosamente por los viajantes de tejidos o los accionistas de los altos hornos bilbaínos o determinados poetas esnobistas de Galicia.

Otros cuando mucho, admiten la existencia de minúsculas diferencias «regionales», folklóricas, coloreadas por «dialectos» en decadencia y que en virtud de este nuevo esfuerzo intelectual no se oponen a cierto grado de autonomías administrativas bien entendidas que ni de cerca ni de lejos amenacen la integridad de la Patria. Otros, menos sinceros, simulan la aceptación del hecho nacional, no se oponen a una solución práctica del mismo, siempre, es claro, que no se llegue al absurdo de fabricar españoles de 1ª y de 2ª clase, como ocurre ahora, por ejemplo, con los mal andados estatutos. La constitución otorga un derecho igual a las nacionalidades y regiones de España, para organizarse en régimen estatutario. Los hipócritas saben bien que el ejercicio de un derecho otorgado a todos, por una nacionalidad o por una región, no crea privilegio de ninguna clase. Pero, por ahí van removiendo a fondo el lodo de los prejuicios para conducir de nuevo el carro hacia el camino de la España única e indivisible.

Y no son pocos los que, sintiéndose, ultrarevolucionarios, superinternacionalistas, proclaman a voz en grito que los problemas nacionales de Cataluña, Euskadi y Galicia, de existir son reaccionarios, armas fabricadas por la iglesia y la burguesía para asegurar aquella la integridad de su dominio espiritual, para arrancar estos a los asustados gobiernos centrales más y más altos aranceles. Y aun afirman que esos «localismos» y «particularismos» estorban o imposibilitan la necesaria solidaridad de la clase obrera, ponen a ésta bajo la inspiración y las maniobras de la burguesía. Y que en nombre de un internacionalismo bien entendido, los pueblos débiles deben renunciar a su propia razón de ser y dejarse absorber por los pueblos más fuertes. Así los socialdemócratas alemanes decían a los checos: «renunciad a vuestra pobre personalidad que poco puede daros y aceptad la superior cultura alemana que os puede dar mucho». Hitler ha completado el argumento». (Joan Comorera; José Díaz y el problema nacional, 1942)

jueves, 11 de septiembre de 2014

Documento fundacional del Partido Socialista Unificado de Cataluña, 1936

José Díaz comprendió la necesidad para España de la unificación de los diferentes partidos en los que estaba disgregada la clase obrera hispana. Él, en sus contactos antes, durante y después de la guerra civil de 1936-1939, intento abrir comunicaciones con el ala izquierda del Partido Socialista Obrero Español –los cuales estaban rechazando las posturas del ala centrista y derechista de su partido, y superando sus desviaciones notablemente desde la revolución fallida de octubre de 1934– para realizar el frente popular, y por lo tanto para llevar a cabo acciones reales conjuntas contra el peligro fascista, pero también para preparar el terreno para una futura unificación de los dos partidos en un único y genuino partido proletario marxista-leninista, para tal trabajo se basaba en los escritos de Georgi Dimitrov, para que esta unificación no fuera mecánica, sino bajo un componente revolucionario, bajo un marco que significara el reconocimiento por este ala izquierda socialista de los principios revolucionarios básicos de la ideología del proletariado; o sea del marxismo-leninismo:

«El partido único que nosotros queremos y que la revolución necesita exige una claridad completa en cuanto a los principios que han de informarle y una unidad absoluta de ideas respecto a los problemas fundamentales de programa y de táctica. Estos problemas fundamentales son los que se condensan en los cinco puntos de la unificación destacados por nuestro gran Dimitrov en el VIIº Congreso de la Komintern de 1935 y que son conocidos de todos». (José Díaz; Nuestro camino; Artículos publicados en «Mundo Obrero» en los días 6 y siguientes de junio, 1936)

Los puntos a los que se refiere José Díaz, tan conocidos por entonces, son estos –recomendamos ver la explicación de cada uno de Georgi Dimitrov en el siguiente escrito–:

«Pero, si para establecer el frente único de los partidos comunista y partidos socialdemócratas basta con llegar a un acuerdo sobre la lucha contra el fascismo, contra la ofensiva del capital y contra la guerra, la creación de la unidad política sólo es posible sobre la base de una serie de condiciones concretas que tienen un carácter de principio. Esta unificación sólo será posible: Primero, a condición de independizarse completamente de la burguesía y romper completamente el bloque de la socialdemocracia con la burguesía; Segundo, a condición de que se realice previamente la unidad de acción; Tercero, a condición de que se reconozca la necesidad del derrocamiento revolucionario de la dominación de la burguesía y de la instauración de la dictadura del proletariado en forma de soviets; Cuarto, a condición de que se renuncie a apoyar a la propia burguesía en una guerra imperialista; Quinto, a condición de que se erija el partido sobre la base de centralismo democrático, que asegura la unidad de voluntad y de acción y que ha sido constatado ya por la experiencia de los bolcheviques rusos. Tenemos que aclarar a los obreros socialdemócratas, con paciencia y camaradería, por qué la unidad política de la clase obrera es irrealizable sin estas condiciones. Con ellos debemos enjuiciar el sentido y la importancia de estas condiciones». (Georgi Dimitrov; La clase obrera contra el fascismo; Informe en el VIIº Congreso de la Komintern, 2 de agosto de 1935)

Tan sólo en Cataluña estas intenciones avanzaron positivamente como se dice en el presente texto, por ello al inicio de la guerra se hizo realidad la fusión de estos dos partidos como eran la Federación Catalana del PSOE y el Partit Comunista de Catalunya, a estos se les unió, la Unió Socialista de Catalunya y el Partit Català Proletari, dejando fuera como se había demostrado con las jornadas del 1934, y como exigían los puntos de Dimitrov, cualquier partido de influencia trotskista. Aparte de la aceptación de los puntos de Georgi Dimitrov esgrimidos en el VIIº Congreso de la Komintern, y la propia adhesión de partido a la Komintern.

En España, finalmente, las presiones de los acontecimientos de la guerra, y la incomprensión de algunos dirigentes del ala izquierda de los socialistas como Largo Caballero de estos puntos, sumado a otros factores que demostraban la inmadurez de los socialistas en el momento, hicieron que esta unión nunca se concretara pese a la gran colaboración antifascista llevada entre los dos partidos durante la guerra.

Joan Comorera además, haría énfasis en la proporción de obreros en el nuevo partido:

«Los cuatro partidos que se fusionaron en el PSUC representaban en ese momento de la fusión una membrecía total de alrededor de 6.000 militantes. Hoy, 18 meses después de su formación, el PSUC consta con unos números de más de 60.000 militantes y ejerce una influencia decisiva en la UGT de Cataluña, una organización que agrupa actualmente a más de medio millón de trabajadores. La enorme mayoría de los militantes del PSUC son de nacionalidad catalana. Muchos de ellos llegaron a nuestro partido a través del movimiento nacionalista, pero ya en la lucha y por su propia experiencia, ganaron la convicción de que sólo en las filas y bajo la dirección de un partido revolucionario marxista-leninista pueden realizarse no sólo las aspiraciones nacionales del pueblo catalán, sino también el deseo de la clase obrera de libertad y justicia social. Los obreros industriales se encuentran en la mayoría absoluta entre los militantes del PSUC –alrededor del 62 por ciento–. Los campesinos constituyen una minoría importante –alrededor del 20 por ciento–; son seguidos por el grupo de trabajadores como empleados, trabajadores domésticos, profesores, etc. –alrededor de 16 por ciento–, mientras que otras categorías representan una pequeña minoría de aproximadamente el 2 por ciento». (Joan Comorera; El Partido Socialista Unificado de Cataluña, 1938)

Precisamente Joan Comorera, sería una de las grandes figuras que defendieron el legado de José Díaz sobre la cuestión del problema de las nacionalidades. Sus escritos sobre Cataluña sobre todo de después de la guerra, emanan del mismo pensamiento que el del comunista sevillano.

«La clase obrera, claro, tiene una concepción propia de la cuestión nacional, una concepción opuesta, inconciliable a la del reaccionario nacionalismo burgués. Nosotros profesamos la teoría nacional staliniana, los principios básicos son: el problema nacional es inseparable de la lucha por el aniquilamiento de la explotación capitalista; el derecho de autodeterminación de los pueblos es inalienable; la nación, en ejercicio democrático de su derecho, puede constituirse en Estado separado, puede unirse a uno u otro Estado, puede federarse con el Estado al que históricamente pertenece, y el respeto de esta voluntad nacional libremente expresada es obligatorio; todos los pueblos son iguales en derechos y los pueblos más avanzados tienen el deber de ayudar a los más atrasados a elevarse al mismo nivel; la unión libre de los pueblos iguales en derechos elimina toda posibilidad de opresión nacional, pone la nación al servicio de la humanidad y asegura la convivencia fraternal de los pueblos, la construcción de una vida pacífica, de bienestar progresivo y de libertad verdadera». (Joan Comorera; Carta abierta a Reyes Bertal, 1948)

A la muerte de José Díaz, y tras la llegada del temprano revisionismo al Partido Comunista de España –a diferencia de otros países, el revisionismo se coronó de modo temprano en los años 40–, Santiago Carrillo no respetó el status del Partido Socialista Unificado de Cataluña, y demandaba su absorción, demostrando la poca consideración con las enseñanzas de su predecesor. Joan Comorera se opuso a este proceso, sobre todo sin un proceso regular de votaciones. Sería pues, a partir de 1949 que se condenará a Joan Comorera a un vilipendio público, y finalmente se le expulsara bajo la acusación de nacionalista, fraccionalista e incluso de ser la versión titoista catalana pese a que sus escritos y su visión de la cuestión nacional demostraran lo contrario, y pese a que el propio Joan Comorera denunciara constantemente a Tito como un traidor y chovinista. Sobra decir, que obviamente tales acusaciones eran una mera excusa del carrillismo para hacerse con el control del PSUC y eliminar cualquier oposición. Joan Comorera no abandonaría el marxismo-leninismo y seguiría escribiendo tras su expulsión. Finalmente sería detenido en 1954, como muchos otros comunistas que operaban dentro de España, por la policía franquista, intentado reorganizar a los comunistas en Cataluña.

En próximas entregas iremos desbrozando el bagaje político-ideológico de Joan Comorera, para entender mejor su pensamiento y transcendencia para el pueblo catalán, ahora que muchos juegan a defensores del porvenir de ese pueblo bajo actitudes y máscaras burguesas. Este documento, sirve para que la gente que no conoce la historia de España o Cataluña vean la diferencias entre el marxista-leninista Partido Socialista Unificado de Cataluña de la época de José Díaz y Joan Comorera, y el revisionista Partido Socialista Unificado de Cataluña del carrillista Josep Moix, apologista de la democracia burguesa y la «reconciliación nacional» eurocomunista, o del refundado y actual organización socialdemócrata Partido Socialista Unificado de Cataluña viu, integrado en la colación de reformistas de Izquierda Unida.

El documento:

Fachada del Hotel Colon, Barcelona el 25 de julio de 1936, tras la fundación del PSUC

Documento fundacional del Partido Socialista Unificado de Cataluña

Comité de Enlace para el partido único del proletariado en Cataluña


Las representaciones de los partidos abajo firmantes, componentes del Comité de Enlace, han llegado a un completo acuerdo sobre los puntos en que debe basarse el partido único del proletariado de Cataluña, y que son los siguientes:

Primero. El partido único del proletariado de Cataluña, resultante de la fusión de los cuatro Partidos abajo firmantes, basará su estructura sobre los principios del centralismo democrático, convirtiéndose así en un partido de una sola voluntad y una sola línea de acción.

Segundo. Frente a la burguesía y sus partidos, el partido resultante de la fusión mantendrá en todo momento su independencia, en tanto que el partido de clase al servicio del proletariado y los campesinos.

Tercero. Pronunciándose decididamente por la defensa de la Unión Soviética y apoyando su justa política de paz, el partido resultante de la fusión luchará contra la guerra imperialista y contra sus propugnadores dentro y fuera del propio país.

Cuarto. El partido único del proletariado de Cataluña, resultante de la fusión, recogerá las ansias de emancipación nacional del pueblo catalán y se convertirá en su más fiel propulsor y organizador para llegar a la completa emancipación nacional y social de nuestro pueblo.

Quinto. Para realizar todo su programa, que será elaborado y acordado por el Congreso de fusión de los cuatro partidos, el partido resultante de la fusión propugna la toma revolucionaria del poder, derribando el poder de la burguesía y estableciendo la dictadura del proletariado.

Sexto. El Comité de enlace reconoce que es la Komintern la única Internacional que interpreta justamente los anhelos del proletariado mundial y guía la realización del socialismo triunfante en la sexta parte del mundo, como se ve en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Séptimo. Mientras y tanto se prepara convenientemente la realización del congreso de fusión, los cuatro partidos que constituyen el Comité de Enlace se
comprometen a realizar una campaña conjunta e intensa de esclarecimiento entre  la clase obrera y las masas populares de Cataluña, de la presente declaración y actuar de común acuerdo en todas las luchas políticas y sindicales que el momento actual plantean.

Barcelona, 23 de julio de 1936

Firmantes:

Unió Socialista de Catalunya, Joan Comorera 
Partit Català Proletari, Artur Cussó 
Federación Catalana del PSOE, Rafael Vidiella
Partido Comunista de Cataluña, Miquel Valdés 

sábado, 6 de septiembre de 2014

La federación eslava del sur y la cuestión macedonia; Georgi Dimitrov, 1948

El siguiente capítulo del informe de Georgi Dimitrov al Vº Congreso del Partido Obrero (comunista) Búlgaro, pronunciado el 15 de diciembre de 1948, se centra en la denuncia principal de los planes titoistas respecto a Bulgaria, en concreto de la famosa federación eslava del sur –un proyecto ya vislumbrado por la Komintern– y la cuestión de las minorías entre Yugoslavia y Bulgaria. Este extracto, es una nueva constatación de que la política burguesa chovinista y agresiva de los líderes titoistas yugoslavos, no tocó de lleno sólo a la pequeña Albania de Enver Hoxha, sino que influyó como denunciaron en su día a la Grecia de Nikos Zachariadis, a la Hungría de Mátyás Rákosi, o como veremos ahora, a la vecina Bulgaria de Georgi Dimitrov.

Las reivindicaciones de Bulgaria eran las normales, respecto a las fronteras y las minorías en cada país: la restitución de una zona con mayoría búlgara –de Tracia Occidental– para Bulgaria, y la restitución de la zona de mayoría de macedonios –Macedonia Pirin– a Yugoslavia, además, se tenía como intención hacer esta redefinición de territorios de estas dos repúblicas, bajo una federación, dónde como decimos, pese a ser una federación, cada república, tendría ahora ajustado el tema de las fronteras y las minorías. Yugoslavia finalmente no aceptó estos términos y pediría la incursión del territorio de Macedonia Pirin en Yugoslavia como requisito previo a la federación, algo a lo que los búlgaros obviamente se negaron. La propaganda antibúlgara en dichos territorios en disputa se intensificó, algo muy utilizado por los titoistas para agitar las diferencias étnicas y alcanzar mejor sus objetivos:

«El movimiento democrático-popular de nuestro país no tiene, desde el momento de la primera ocupación, ni ha conocido un enemigo tan astuto y repugnante como la camarilla de Tito. El chovinismo Gran Serbio de los titoistas en relación con el movimiento de resistencia en Grecia se puso de manifiesto ya en 1943, cuando la dirección del Partido Comunista de Yugoslavia declaró que el pueblo de la Macedonia Egea –macedonios en tierra griega– sólo podían ganar su liberación en el marco de Yugoslavia. (...) En diciembre de 1944 Tito, que soñaba con arrebatar Salónica de la Grecia democrático-popular, no hizo nada para ayudarnos a luchar contra los británicos, a pesar de todas sus declaraciones pomposas anteriores. En todo caso, lo que sí hizo fue intensificar su campaña de calumnias contra el Partido Comunista de Grecia, especialmente en la Macedonia Egea. (...) Tito organizó la emigración masiva de los macedonios a Yugoslavia privando así a la Macedonia Egea de su población macedonia. Por cierto, los griegos monarco-fascistas han estado tratando de hacer lo mismo desde hace muchos años, con la esperanza de cambiar la composición étnica de la Macedonia Egea. Por otra parte, los titoistas están tratando de reclutar a agentes de estos refugiados que, después de la formación necesaria se envían a Grecia para operar contra el Partido Comunista de Grecia, el Frente de Liberación Nacional y el movimiento revolucionario de nuestro pueblo». (Nikos Zachariadis; La puñalada de Tito en la espalda de la democracia popular griega, 1 de agosto, 1949)

En especial este capítulo, fue censurado en las ediciones posteriores del presente informe Georgi Dimitrov. A partir de mediados de los 50, a los seguidores del revisionista Todor Zhivkov, ahora reconciliado con Tito, por influjo de Nikita Jruschov, les suponía un problema este tipo de denuncias de Georgi Dimitrov sobre el cariz y verdadero carácter de Tito. Hoy día, los autodenominados comunistas que se consideran dimitrovistas, zhivkovistas, titoistas, e incluso también stalinistas –el eclecticismo es una de las marcas de los revisionistas–, también se esfuerzan por esconder este tipo de textos, o de aminorar su contenido. Este capítulo concreto, ayudará a muchos marxista-leninistas a desmontar muchos mitos sobre la famosa federación eslava del sur que se intentó gestar a inicios de los 40, y sobre todo de la posición búlgara, ampliamente distorsionada en la historiografía burguesa por la propaganda de los revisionistas yugoslavos y búlgaros a la muerte de Georgi Dimitrov.

Para entender mejor la lucha de Georgi Dimitrov contra el revisionismo yugoslavo, véase el artículo de Vulko Chervenkov: «Georgi Dimitrov y la lucha contra el titoismo en Bulgaria» de 1950.

El documento:



«La traición del grupo de Tito hacia la Unión Soviética y al unido campo antiimperialista democrático, su inequívoco antimarxista y nacionalista alineamiento condenado por la Kominform y respaldado por todos los partidos comunistas y todas las verdaderas organizaciones democráticas, encontraron su expresión en su actitud hacia la federación eslava del sur y la cuestión macedonia.

Con el derrocamiento de la dictadura fascista en Bulgaria el 9 de septiembre de 1944, y el establecimiento en Bulgaria y Yugoslavia de un régimen democrático-popular bajo los liderazgos de los respectivos partidos comunistas crearon condiciones muy favorables para un establecimiento racional y democrático de la cuestión macedonia.

En las condiciones locales e internacionales recién creadas, los intereses vitales de los pueblos búlgaros y yugoslavos exigieron que ambas naciones buscaran el acercamiento más precoz que rápidamente condujera a su unificación económica y política –al establecimiento de una federación de eslavos del sur–. Tal federación, firmemente basada en la amistad con la Unión Soviética y en colaboración fraternal con otras nuevas democracias, satisfactoriamente podría haber defendido la libertad y la independencia de sus pueblos, asegurando su apropiado desarrollo hacia el socialismo. Dentro del marco de tal federación, allí satisfactoriamente se habrían solucionado todos los viejos problemas no resueltos dejados por los regímenes burgueses monárquicos en lo que concernía a la unificación de todos los macedonios del distrito Pirin con la República Popular de Macedonia en Yugoslavia, así como la vuelta a Bulgaria de la zona fronteriza Occidental puramente búlgara que Yugoslavia bajo reinado del Rey Alexander había arrebatado a Bulgaria después de la Primera Guerra Mundial –ratificado con el Tratado de Neuilly-sur-Seine de 1919–.